miércoles, 8 de noviembre de 2023

ESPECIAL DBSNL /// Red World // Universos 1 y 2 / Parte XI: El Báculo Sagrado


Red World / Parte XI: El Báculo Sagrado

“Descansar es incluso más importante que trabajar.”



En la Torre de Karín ha salido el sol y Ten Shin Han ha superado la prueba del Duende, sobreviviendo al Agua Sagrada y demostrando la fuerza de sus convicciones.


- “No me puedo creer que sigas vivo…” – dice Karín, sorprendido.

- “Me siento bien…” – murmura Ten, mirándose las manos. – “¿Este poder yacía oculto en mi interior?”

- “Fascinante…” – murmura el felino. – “Me pregunto cómo de fuerte te harás si entrenas con Kamisama…”


Ten Shin Han se alegra al oír al Duende.


- “¿Significa eso que me gané su confianza?” – pregunta Ten.

- “Mi confianza… puede que no.” – responde Karín. – “Pero mi respeto, sin duda.”

- “No se arrepentirá.” – dice Ten haciendo una reverencia.


Karín saca un cascabel dorado y se lo muestra a Ten.


- “Esta es la muestra de que apruebo tu ascenso.” – dice el gato.

- “¿Ascenso?” – pregunta Ten.


El felino se da la vuelta.


- “Acompáñame.” – dice el Duende.


Mientras tanto, en el Palacio de Uranai Baba, la bruja observa su bola de cristal.


La esfera muestra una silueta demoníaca caminando entre fuego y ruinas antes de que se enturbie, impidiendo a la bruja mirar más allá. 


- “El futuro de la Tierra es incierto…” – murmura la bruja.


Ten Shin Han y Karín han subido al tejado de la torre. 


Karín señala al cielo con el dedo.


- “La Atalaya de Kamisama, la morada del Guardián de la Tierra, se encuentra ahí arriba.” – revela el felino.

- “Fascinante…” – dice Ten, asombrado, mirando al cielo. – “Ni siquiera yo puedo verla…”

- “Pero para subir te hace falta una herramienta.” – anuncia el gato, señalando al suelo.


En el centro de la cúpula hay un pequeño ornamento con un agujero central.


- “Aquí se coloca el Báculo Sagrado.” – dice el Duende.

- “¿Un báculo?” – se extraña Ten.

- “Una reliquia mágica.” – dice Karín. – “Un bastón capaz de alargarse y conectar con la atalaya.”


Ten asiente, prestando interés.


- “¿Y dónde está ese báculo?” – pregunta el guerrero.

- “Pues…” – se rasca la barbilla el felino. – “Se lo presté a un viejo alumno.”

- “¡¿EH?!” – se sobresalta Ten.

- “Muy poca gente llega hasta la torre…” – se excusa Karín. – “… y los que lo hacen nunca son dignos del tiempo de Kamisama…”


Ten se cruza de brazos, un poco molesto.


- “Vaya faena…” – protesta el guerrero.


Ten alza la vista de nuevo.


- “Aunque creo que podría llegar volando…” – sonríe con cierta prepotencia. – “¡Sí!” – se reafirma. – “Con el poder que tengo ahora, seguro que lo logro.”


Karín hace un gruñido de desaprobación y Ten se da cuenta.


- “Hmm…” – refunfuña el Duende.

- “¿Qué ocurre?” – pregunta Ten.


Pero el propio Ten no tarda en darse cuenta y agacha la cabeza.


- “Ya veo…” – suspira el guerrero. – “Mis intenciones quedan reflejadas en mis acciones…” – murmura la frase que le dijo Bora.


El felino asiente.


- “Si crees que yo soy severo, te llevarás una sorpresa cuando llegues a la Atalaya.” – advierte Karín.


Ten suspira de nuevo.


- “¿Y sabe dónde puedo encontrar a su viejo alumno?” – pregunta el guerrero.

- “Por supuesto… Aunque el muy caradura regaló el báculo sin mi permiso…” – murmura el felino, rascándose la barbilla. – “De todas formas, es posible que puedas encontrar a su actual dueño…”

- “¿Dónde?” – pregunta Ten.

- “Al oeste de aquí, al otro lado del mar…” – dice Karín. – “En un solitario lugar al que llaman Monte Paoz.”


Ten camina en esa dirección, con la mirada puesta en el horizonte.


- “¿Por allí?” – pregunta Ten.

- “Ajá…” – asiente Karín.

- “De acuerdo.” – asiente el guerrero, avanzando hasta el límite del tejado.

- “¿Vas a ir a buscarlo?” – se sorprende el gato.

- “No tardaré mucho.” – sonríe Ten.


Karín saca una semilla senzu y se la lanza. Ten la caza al vuelo y se la guarda.


Sin decir nada más, el guerrero se lanza al vacío para luego salir volando como un cohete a reacción, desapareciendo en el horizonte en un instante.


Karín se queda mirando al oeste.


- “Fanfarrón.” – protesta el Duende.


Ten Shin Han surca el cielo haciendo varias piruetas, poniendo a prueba su nuevo poder, volando a una velocidad a la que jamás había viajado.


De repente, el guerrero frena en seco.


- “¿Eh?” – murmura, confuso. – “Qué extraño… Siento una sensación muy peculiar… Hay algo en esa dirección.”


Ten aterriza y camina entre cañas de bambú hasta que se topa con una humilde cabaña.


- “¿Una casa?” – se pregunta Ten.

- “¿Puedo ayudarte?” – le interrumpe una voz.


Ten se da la vuelta y se encuentra a un joven de baja estatura, con la cabeza afeitada y seis puntos tatuados en la frente, vestido con un gi morado y cinturón blanco, que transporta leña.


- “Busco el Monte Paoz.” – responde Ten.

- “Estás en el lugar correcto.” – responde el joven.


El muchacho sigue su camino hasta la cabaña, pasando por al lado de Ten.


- “Llegar hasta aquí no es tarea fácil… Nunca vemos a nadie.” – dice el muchacho. – “Acompáñame y te prepararé una taza de té.”

- “Muy amable.” – asiente Ten. – “Pero tengo prisa…”

- “Descansar es incluso más importante que trabajar.” – responde el joven, que sigue caminando hacia la pequeña casita.


Ten se dispone a seguir al muchacho al interior de la cabaña, cuando se da cuenta del objeto que luce en su espalda.


- “El… el báculo sagrado…” – murmura Ten al ver el bastón rojo enfundado en una vaina naranja.


En el Cuartel General de la Red Ribbon, el Oficial del Estado Mayor Black se encuentra en su despacho, atendiendo una llamada.


Al otro lado del teléfono, en una sastrería de ropa de un pequeño pueblo, el Coronel Sliver.


- “Parece que ha pasado por aquí.” – confirma Silver.

- “Cuando encuentre al viejo, hágamelo saber.” – dice Black.

- “¿Quiere que lo mate?” – pregunta el soldado.

- “Cuide su ego, Coronel.” – dice el Oficial de Estado. – “Puede parecer un viejo carroza, pero Tsuru sigue siendo un experto en artes marciales…”


En el Monte Paoz, Ten Shin Han se ha dado cuenta de que el joven lleva la reliquia de Karín atada a la espalda.


- “¿Has dicho algo?” – pregunta el muchacho.

- “Ese báculo…” – dice Ten, sorprendido. – “¿De dónde…?”

- “¿Mi bastón mágico?” – se extraña el chico. – “Es un regalo de mi maestro.”


Ten hace una reverencia.


- “Necesito el báculo.” – dice Ten Shin Han. – “Préstamelo, por favor.”

- “¿Qué te preste mi bastón?” – se extraña de nuevo el joven. – “Ni hablar.”

- “El mundo está en peligro.” – insiste Ten. – “Y necesito esa reliquia sagrada para poder ascender hasta Kamisama y…”

- “¿Kamisama?” – repite el joven con una mueca de desconfianza. – “Ya, claro… Que no te lo doy.” – sentencia. – “Ya puedes irte por donde has venido.” – dice mientras le da la espalda.


El rostro de Ten Shin Han cambia de repente, tornándose serio y frío.


- “Lo he pedido por favor.” – advierte Ten.

- “Lo siento, extranjero.” – responde el joven, sin darse la vuelta.


En un parpadeo, Ten recorta la distancia entre ellos y agarra el bastón.


La leña cae al suelo. El joven se revuelve en un instante y lanza a Ten por los aires con una llave de lucha. 


Ten da una voltereta en el aire y cae de pie.


- “Sabes pelear…” – dice Ten. – “Por las marcas de tu frente, diría que eres un monje del Templo Orin… ¿Qué haces tan lejos de tu hogar?”

- “No toleraré que vengas hasta aquí y seas tú el que me pida explicaciones.” – responde el muchacho.


Los dos se miran fijamente. La brisa hace que los árboles se contoneen en el tranquilo Monte Paoz.


En un parpadeo, los artistas marciales se abalanzan el uno contra el otro.


Ten intenta propinar un puñetazo a su contrincante, pero éste lo esquiva y contraataca con una patada giratoria que Ten detiene.


Los dos retroceden, recuperando la distancia entre ellos.


- “No eres un simple monje…” – dice Ten.

- “Ni tu un extranjero cualquiera…” – responde el joven.


De nuevo, los luchadores se embisten e intercambian golpes, tanteándose.


Los dos dan un puñetazo a la vez, chocando sus puños.


- “¡Piedra!” – exclama el joven.


El monje sorprende a Ten metiéndole los dedos en los ojos, pillándolo por sorpresa.


- “¡Tijera!” – exclama.


Ten retrocede, dolorido, cerrando los ojos con fuerza.


- “¡Y PAPEL!” – anuncia el monje, listo para empujar a su contrincante.


Pero Ten le agarra el brazo. Su tercer ojo sigue abierto.


- “¡¿EH?!” – se sorprenden el joven.


Ten Shin Han lanza al joven contra un árbol con una técnica de judo.


El monje se levanta de un salto y se queja, sujetándose la espalda, dolorido.


- “Ay… ay…” – protesta el muchacho.

- “Maldita sea…” – Ten se frota los ojos. – “¿Cómo ha podido sorprenderme con una técnica tan simple…?” – se pregunta.


Ten levanta su dedo índice.


- “Te lo advierto, muchacho.” – amenaza con cierta vergüenza. – “Puede que no lo sepas, pero te estás enfrentando a Ten Shin Han.”

- “¿Tenshinhan?” – se extraña el joven. – “¿Cómo la tortilla de cangrejo?”

- “¡NADA QUE VER!” – protesta Ten.


El monje se pone en guardia.


- “Mira, muchacho… Yo me llamo Krilín.” – se presenta. – “No sé si debería conocerte o no, pero aquí arriba no llegan muchas noticias. No sé para qué quieres mi bastón, pero tampoco me interesa. Es un regalo y no te lo daré.”


Ten levanta de nuevo su dedo.


- “No me dejas alternativa.” – dice el guerrero de tres ojos con cierto pesar.


La punta de su dedo se ilumina.


- “¿Eh?” – se sorprende Krilín.

- “¡¡DODONPA!!” – Ten lanza su ataque.


Un rayo de energía amarillo avanza a toda velocidad hacia el monje, que reacciona instintivamente.


Desenfundando el bastón mágico, Krilín repele el Dodonpa de Ten hacia el cielo.


- “¡¿QUÉ?!” – se sorprende Ten.


Krilín apunta a Ten con el báculo.


- “¡Alárgate, bastón mágico!” – ordena el monje.


El báculo se alarga y sorprende a Ten, golpeándolo en el abdomen y empujándolo a través del bosque colindante.


El bastón no tarda en recuperar su tamaño original y Krilín lo enfunda.


- “Eso era muy peligroso…” – protesta el monje. – “Podrías matar a alguien con esa técnica.”


Pero como si nada, del bosque regresa Ten Shin Han, con una mano agarrándose el abdomen.


- “Esto me pasa por intentar contenerme…” – sonríe el guerrero de tres ojos.

- “Qué insistente eres…” – suspira Krilín.


En un parpadeo, Ten desaparece y reaparece detrás del monje.


- “¿EH?” – se sorprende Krilín, incapaz de seguir sus movimientos.


Con un codazo en la nuca, el monje es proyectado hacia delante, chocando de cara contra el suelo, creando un surco en el la tierra con su rostro.


Ten arranca el bastón de la espalda de Krilín. 


- “Lo siento, muchacho.” – dice Ten. – “Pero el destino de la Tierra depende de esto.”


Pero el monje aún no ha dicho su última palabra. Dolorido, intenta levantarse.


- “Vaya…” – refunfuña Ten, con sorpresa y hastío. – “Qué resistente…”


De repente, Ten se da cuenta de que el joven se ha convertido en un espejismo, y tres más se encuentran dando vueltas alrededor del guerrero de tres ojos.


- “No puedes engañar a mi vista…” – sonríe Ten, mirando a cada una de las figuras danzantes.


Krilín se abalanza sobre Ten, que detiene cada golpe del monje con el bastón aún enfundado, pero el monje logra golpear la muñeca de Ten, haciendo que el bastón salte por los aires y caiga a varios metros de distancia.


El monje retrocede, de nuevo en guardia.


- “¡Ka… Me…!” – recita Krilín, juntando las manos y llevándolas a su costado derecho de su cadera. – “¡Ha… Me…!”


Una esfera de energía azulada se manifiesta entre sus manos.


- “¡NO PUEDE SER!” – se sorprende Ten.

- “¡¡HAAAAA!!” – el monje proyecta su ataque.


Ten Shin Han se apresura a realizar una serie de sellos con sus manos mientras el ataque se aproxima.


- “¡¡KYAAAA!!” – grita Ten en el instante que iba a recibir impacto.


La esfera de energía azul se frena repentinamente; fenómeno al que Krilín asiste atónito.


Y como una exhalación, a una velocidad incluso superior a la que había sido lanzado, el Kamehameha regresa a su emisor.


Krilín intenta cubrirse rápidamente, pero recibe el impacto de su propia técnica, que estalla y lo lanza al suelo, haciendo trizas la parte superior de si gi.


Ten Shin Han recupera el bastón y camina hasta el joven.


- “El Kamehameha… La técnica insignia de la Escuela Tortuga…” – piensa Ten.


Ten se da cuenta de que el joven aún respira, quejoso.


- “¿Quién demonios es este tipo?” – se pregunta Ten.


Una tos ronca llama la atención de Ten. La continua tos proviene de la cabaña. 


Ten se queda un instante ensimismado. Después mira de nuevo al joven malherido, y de nuevo al Báculo Sagrado en su mano.


Ten Shin Han se agacha y saca la semilla senzu que le dio Karín y se la da a su contrincante.


- “Cómete esto.” – dice Ten. – “Verás como recuperas tus fuerzas.”


El joven la mastica con dificultad y de repente abre los ojos, completamente recuperado.


- “¿Qué…? ¿Qué ha pasado?” – se pregunta Krilín, mirándose las manos.

- “Es una semilla mágica.” – dice Ten, levantándose.


Krilín se levanta de un salto.


- “Increíble…” – dice el monje. – “¡Me siento genial!”


Ten entrega el báculo a Krilín.


- “Toma.” – dice Ten Shin Han.

- “¿Me lo devuelves?” – se extraña el monje. – “¿Por qué?”


Ten da la espalda al monje mientras esboza una media sonrisa.


- “Buena suerte, Krilín.” – se despide antes de alzar el vuelo a toda velocidad.


El monje se queda perplejo al ver a un humano volando.


- “Qué tipo tan raro…” – murmura el monje.


La tos del anciano continúa.


- “¡Maestro!” – exclama Ten, apresurándose a entrar a la cabaña.


Ten Shin Han no tarda en regresar a la Torre de Karín, donde el Duende ya lo espera en el tejado.


- “¿Y bien?” – pregunta Karín.

- “Lo siento.” – se disculpa Ten. – “No traigo el báculo.”

- “Hmm…” – sonríe el gato. – “Puede que te haya subestimado…”

- “¿Eh?” – se extraña un confuso Ten.


Karín saca de nuevo el cascabel.


- “Aquí tienes.” – se lo entrega.

- “¿De verdad?” – se sorprende Ten Shin Han.

- “Dijiste que podías llegar volando, ¿no es así?” – sonríe Karín.

- “Creo que sí…” – dice Ten, mirando al cielo.

- “Mucha suerte.” – se despide el felino.

- “Gracias, Duende Karín.” – asiente Ten, con una sonrisa en su rostro.


El guerrero de tres ojos alza el vuelo y desaparece en el cielo azul.


En la cabaña del Monte Paoz, Krilín acerca un vaso de agua a un anciano tumbado sobre un futón.


El viejo luce un gran bigote blanco y una camiseta interior de tirantes blanca, cubierto hasta el cuello por edredón.


- “Aquí tiene, maestro…” – dice Krilín, sujetándole la cabeza para que pueda beber.

- “Krilín…” – dice el anciano. – “Eres un buen chico…”


Krilín le limpia la boca y reposa de nuevo su cabeza en la almohada.


El joven se cambia la parte superior del gi por una nueva.


- “¿Qué ha pasado?” – pregunta el anciano.

- “Ha llegado un muchacho buscando pelea…” – responde Krilín, quitándole hierro al asunto.

- “Debía ser muy fuerte…” – dice el maestro.

- “Sí, mucho…” – dice Krilín, que sin darse cuenta esboza una media sonrisa.


El viejo maestro sonríe al ver a su alumno emocionado.


- “Ya veo…” – dice el anciano. – “Creo que… creo que ha llegado el momento de que sigas tu camino…” – dice el anciano.

- “¿Mi camino?” – se extraña Krilín. – “No voy a dejarle, maestro Gohan.”


Son Gohan sonríe y cierra los ojos.


- “El mundo es muy grande… y puede ser maravilloso…” – dice el anciano. – “Descubrirlo es una verdadera aventura mística.”


Krilín mira a su anciano maestro y sus ojos se llenan de lágrimas al ver que Son Gohan ha dejado esta vida con una sonrisa en su rostro.

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