Red World / Parte XIII: Monte Frypan
“La montaña está furiosa…”
Es de noche en el Monte Frypan. El calor es abrasador. Las llamas gigantes arden en un terrible pero hermoso espectáculo que ilumina los alrededores de la montaña.
El fuego se refleja en los ojos de un asombrado Krilín.
- “Vaaayaa…” – murmura el artista marcial.
El joven se encuentra en la avenida principal de un pequeño pueblo al pie de la montaña de fuego.
De repente, el suelo tiembla. La montaña ruge.
La gente sale apresurada de sus casas, con sus hijos en brazos y ayudando a sus ancianos.
- “¡¿Qué está pasando?!” – exclama Krilín.
Pero en solo un instante, así como empezó, todo se calma.
Krilín sigue perplejo ante lo ocurrido.
Los lugareños regresan a sus casas.
El joven decide acercarse a una señora mayor que ya estaba entrando en su hogar.
- “Disculpe, señora…” – dice Krilín.
- “¡Oh!” – se sorprende al ver a un extranjero. – “Hola, muchacho.”
- “No quiero molestarla, pero… ¿qué ocurre aquí?” – pregunta Krilín. – “¿Qué ha sido eso?”
- “Es el Monte Frypan.” – responde la anciana. – “La montaña de fuego.”
- “¿No es peligroso?” – pregunta Krilín.
- “Tiene su temperamento…” – sonríe la mujer. – “Reclama respeto.”
- “¿Respeto?” – pregunta el joven, confuso.
- “Hace unos años, la Red Ribbon llegó a nuestro pueblo con la intención de utilizar el poder que genera nuestra montaña.” – explica la señora.
- “La Red Ribbon…” – repite Krilín, sorprendido. – “¿Y el Rey del Mundo lo permite?”
- “¿Has pasado los últimos en una isla desierta?” – se extraña la abuela. – “La Red Ribbon ahora domina el mundo.”
En ese instante, otro rugido proviene de la montaña, pero es completamente distinto al anterior, pues tiene un timbre mecánico.
- “¿Y ahora qué?” – se sobresalta Krilín.
- “Es la central geotérmica.” – dice la mujer. – “La Red Ribbon llegó aquí prometiendo que el poder de nuestra montaña podría generar energía para toda la zona… pero con el tiempo acabaron revelando sus verdaderas intenciones.” – suspira. – “Usaron esa energía para alimentar sus fábricas de armamento y construir máquinas de guerra.”
- “Es terrible…” – dice Krilín.
- “Y ahora la montaña está furiosa…” – suspira de nuevo la anciana. – “Cada vez es peor…”
Sin previo aviso, un nuevo terremoto sacude el pueblo.
La gente sale de nuevo de las casas.
Esta vez, el seísmo es mucho más violento.
Los cristales de las casas estallan. Las paredes se resquebrajan.
De repente, se resquebraja el pavimento en la avenida principal.
Krilín agarra a la abuela y la pone a salvo de un salto, pero cuando va a aterrizar, el suelo se abre bajo sus pies.
- “¡AAAH!” – gritan Krilín y la anciana.
Rápidamente, el muchacho usa el bastón mágico para detener su descenso, alargándolo entre las dos paredes de la grieta, quedando colgado de él, agarrándose al bastón con una mano y sujetando a la anciana con la otra.
- “¡¡AAH!! ¡AAH!” – grita aterrada la mujer, observando el fondo de lava.
- “¡La sacaré de aquí!” – dice Krilín.
Con una sorprendente fuerza, Krilín se balancea y salta sobre el bastón, sujetando a la mujer en brazos mientras se sostiene en equilibrio.
Con otro salto, saca a la mujer de la fisura.
Cuando va a aterrizar, una vez más, el suelo se rompe, haciendo que el salto se quede corto.
- “¡MALDICIÓN!” – exclama Krilín.
Pero de repente, una bocanada de viento milagrosa empuja a Krilín y a la mujer, permitiéndoles llegar a tierra firme.
- “¿EH?” – se extraña el muchacho.
Una muchacha vestida con una armadura azul, capa celeste, guantes y botas rosados y un casco a juego con una cuchilla a modo de cresta, armada con un abanico gigante ha llegado a la escena.
- “Muchas gracias, princesa Chichi.” – dice la anciana con una gran reverencia.
- “Princesa Chichi…” – repite Krilín, sorprendido ante su presencia.
La joven muchacha dedica una sonrisa a la anciana antes de salir corriendo a ayudar a otros habitantes.
Un árbol va a caer sobre una casa, pero Chichi, con un golpe de abanico genera un fuerte viento que hace que el árbol caiga hacia el lado opuesto.
Una pared de una casa va a derrumbarse sobre sus inquilinos, pero con una ráfaga de viento de su abanico, Chichi hace volar los escombros por los aires.
Krilín la observa asombrado.
El terremoto cesa.
Chichi suspira aliviada.
- “¿Están todos bien?” – pregunta ella.
La gente del pueblo se reúne a su alrededor.
- “Muchas gracias.” – dicen todos.
- “Tenemos mucha suerte de tenerla.” – dice un anciano.
Krilín ha recuperado su bastón y lo enfunda mientras se acerca a la multitud.
- “¿Quién eres tú?” – pregunta Chichi, fijándose enseguida en él.
- “Yo… pues…” – se pone nervioso Krilín ante la actitud directa de la Princesa. – “Me llamo Krilín.” – responde con una reverencia.
Chichi lo mira con cierta desconfianza.
- “No nos gustan los extranjeros…” – dice la Princesa.
La anciana que Krilín salvó enseguida intercede por él, agarrándolo del brazo.
- “Este muchacho me ha salvado la vida antes de que usted llegara.” – dice la mujer. – “No seamuy dura con él.”
Chichi se sorprende al ver que la anciana lo defiende.
- “¿De verdad has ayudado a esta anciana?” – pregunta Chichi, con recelo.
- “Eh… bueno…” – dice Krilín, con un poco de vergüenza. – “Solo he actuado…”
En ese instante, el suelo tiembla de nuevo, esta vez de forma intermitente.
La gente regresa a sus casas rápidamente.
- “¡¿Y ahora qué?!” – se extraña Krilín.
- “Lo siento joven.” – dice la anciana. – “Lo he intentado.”
La mujer deja a Krilín y corre hacia su casa, dejándolo con un palmo de narices.
Un gigantesco hombre con armadura y cuernos en su casco aparece entre las pequeñas casas. El suelo tiembla con sus pasos. En su mano derecha empuña un hacha acorde a su estatura.
Krilín, instintivamente, se pone en guardia.
El gigante lanza su arma sin previo aviso, obligando a Krilín a retroceder de un salto.
- “Así que esas tenemos, ¿eh?” – frunce el ceño el alumno de la escuela Kame.
El gigante camina hasta su hacha, que aguarda clavada en el suelo, y la recoge.
Chichi se interpone entre Krilín y el gigante.
- “Papá…” – dice ella, intentando calmarlo.
- “¡¿PAPÁ?!” – se sorprende Krilín.
El gigante aparta a la muchacha.
- “¡¿Has venido a robarme mis tesoros?!” – pregunta el gigante. – “¡¿O acaso pretendes robarme a mi hija?!”
- “Ninguna de las dos cosas…” – dice Krilín, confuso. – “En realidad vengo a…”
- “¡¡MIENTES!!” – exclama el gigantón, cargando contra Krilín con el hacha en alto.
Krilín retrocede de nuevo ante otro hachazo.
- “¡Ya basta!” – protesta el alumno de Gohan, desenfundando su bastón.
El grandullón ataca de nuevo, pero Krilín detiene el hachazo levantando el báculo. La violencia del ataque del enemigo es tal que los pies del joven se hunden en el suelo.
- “Hmm…” – gruñe el gigante.
Krilín empuja el bastón y hace retroceder al enemigo, que se sorprende ante la fuerza del joven.
El gigante asesta un nuevo hachazo con la intención de decapitar a Krilín, pero el joven desaparece en el último instante.
- “¿EH?” – se extraña el enemigo.
Krilín se encuentra de pie sobre la cabeza del hacha.
- “Ahora verás…” – refunfuña Krilín.
El bastón se alarga y el joven propina un golpe en la nuca al grandullón como si de un a colleja se tratara, quitándole el casco, que rueda por el suelo.
- “¡Ay…!” – se lamenta el enemigo. – “Ay… ay…”
- “Así aprenderás.” – sentencia Krilín.
El gigante se levanta de nuevo, aún con su hacha en la mano, dispuesto a continuar.
Pero la Princesa interviene de nuevo.
- “¡Ya basta, papá!” – dice ella.
- “Hmm…” – gruñe el hombretón.
De repente, el gigante deja caer su hacha, que se clava en el suelo.
- “Dime, muchacho…” – dice el grandullón. – “¿De dónde has sacado ese bastón?”
- “¿Eh?” – se extraña Krilín. – “¿Este bastón?” – lo mira. – “Es un regalo de mi maestro.”
- “¿Tú maestro?” – pregunta el gigante. – “No será… ¿Cómo se llama tu maestro?”
- “Mi maestro se llamaba Son Gohan.” – dice Krilín.
- “Son… ¡¿Son Gohan?!” – se sorprende el gigante, que de repente parece estar emocionado. – “¿Eres alumno de Son Gohan?”
- “Sí…” – dice Krilín, sorprendido ante el cambio de actitud. – “He venido hasta aquí buscando a un viejo amigo suyo…” – en ese momento, Krilín ata cabos. – “Espere… ¡¿Es usted Gyuma?!”
El gigante asiente.
- “¡Ese soy yo!” – sonríe. – “¡El Rey Gyuma!”
- “Vaya…” – dice Krilín, asombrado.
- “¡¿Qué tal se encuentra Son Gohan?!” – pregunta el gigantón emocionado. – “Debí suponerlo. ¡Por eso eres tan fuerte!”
- “Pues… tengo malas noticias…” – dice Krilín, agachando la cabeza, apenado.
En la Atalaya de Kamisama, Ten Shin Han se encuentra tumbado en el suelo, con los brazos y piernas abiertos, intentando recuperar el aliento.
- “Ah… ah…” – respira el antiguo alumno de la escuela Grulla.
Mr. Popo se encuentra de pie a su lado, inexpresivo y calmado.
- “¿Ya te has cansado otra vez?” – dice el guardián de la atalaya.
- “No lo entiendo…” – dice Ten, con dificultad. – “Usted está como si nada…”
- “Haces muchos movimientos inútiles.” – dice Popo. – “Y piensas demasiado.”
- “¿A qué se refiere?” – pregunta Ten, mientras se incorpora y se sienta con las piernas cruzadas.
- “Estamos a mucha altura y el aire tiene poco oxígeno.” – dice Popo. – “El castigo que sufre tu cuerpo es mucho mayor que en tierra firme. Aquí cada error se paga caro. Tienes que ser mucho más eficiente y conservar energías.”
- “Más eficiente…” – repite Ten.
- “Además, en lugar de centrarte en el momento, llenas tu mente de pensamientos innecesarios.” – dice Popo. – “Tienes más sentidos a parte de la vista. Escúchalos. Préstales la atención que merecen.”
- “Entiendo…” – murmura Ten.
- “Vacía tu mente de todo lo que no necesites.” – insiste Popo. – “Y confía más en tu instinto.”
Ten asiente.
- “¿Le importa si medito un rato?” – pregunta el guerrero.
- “Adelante.” – asiente Popo.
Ten Shin Han cierra los ojos, suspira, y se prepara para meditar.
- “Tienes que ser tan tranquilo como el cielo y tan rápido como un relámpago.” – dice Popo.
- “Tranquilo como el cielo.” – repite Ten. – “Rápido como un relámpago.”
En el Monte Frypan, Gyuma se sienta sobre una roca, apenado por la noticia del fallecimiento de su viejo amigo.
- “Son Gohan…” – suspira Gyuma.
- “El maestro me habló de usted, me contaba historias de cuando entrenaron juntos.” – dice Krilín. – “Pensé que debía saberlo.”
- “Son Gohan…” – suspira Gyuma de nuevo. – “Es una pena… Me vendría bien su ayuda…”
- “¿Qué ocurre?” – pregunta Krilín.
- “Mi castillo…” – dice Gyuma. – “Las llamas del Monte Frypan lo están devorando.”
- “Y la gente del pueblo.” – interviene Chichi. – “Ya has visto cuál es su situación.”
Krilín mira a la gente, que los observan a través de sus ventanas, y luego mira la montaña en llamas.
- “¿Y tu abanico no puede apagar el incendio?” – le pregunta Krilín a Chichi.
Chichi niega con la cabeza.
- “Este abanico ha mantenido a raya las llamas durante siglos…” – dice ella. – “Pero ha dejado de funcionar. El viento del abanico ya no es suficiente.”
- “La desgracia nos persigue.” – dice Gyuma.
Krilín mira el incendio con determinación.
- “¿Puedo intentarlo?” – pregunta el joven.
- “¿Intentarlo?” – se sorprenden Chichi y Gyuma.
- “¿Es que crees que no tengo fuerza para batir el abanico?” – protesta Chichi, ofendida. – “¿Es porque soy una chica?”
- “No…” – dice Krilín. – “No es eso…”
Gyuma suspira.
- “Es inútil…” – dice el amigo de Gohan. – “Pero, adelante. Supongo que no hay nada que perder…”
Krilín salta sobre el tejado de una casa.
- “Veamos…” – dice cerrando los ojos y tomar aire antes de abrirlos de nuevo.
El joven empieza a realizar los movimientos de la técnica de su maestro.
- “Ka… Me…” – recita Krilín.
Gyuma se queda boquiabierto.
- “¡¿Qué?!” – se sorprende el gigantón. – “No es posible… ¡tan joven!”
- “Ha… Me…” – continúa Krilín.
Una esfera de ki azulado se materializa en sus manos.
Chichi lo observa con ojos como platos, pues nunca ha visto una técnica similar.
- “¡¡¡HAAAAAA!!!” – dispara Krilín.
El Kamehameha asciende por la ladera de la montaña, creando un fuerte viento que arrastra las llamas tras él, hasta que asciende hacia el cielo por encima del castillo, seguida por un remolino de llamas.
Chichi se agarra a Gyuma para no salir volando con la ventisca creada.
Tras un instante, todo se calma. Las llamas se han desvanecido.
- “Im… impresionante…” – titubea Gyuma
- “Lo ha apagado…” – murmura Chichi.
El pueblo estalla en júbilo. La gente sale de sus casas. Gyuma y Chichi bailan agarrados de las manos. El gigantón llora de alegría.
Krilín se deja caer al suelo, pues ha puesto toda su energía en ese Kamehameha.
Pero de repente, un nuevo temblor. Esta vez es mucho más violento.
La fiesta se detiene. Todos miran con horror hacia la montaña.
Ante la mirada atónita de todos, la cima estalla, llevándose por delante el castillo del Rey Gyuma.
La montaña de fuego Frypan se ha convertido en un verdadero volcán y la ladera vuelve a arder.
- “No… mi hogar…” – dice Gyuma. – “Mis tesoros…”
Chichi, en cambio, mira a la pobre gente del pueblo, preocupada por su destino.
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