Red World / Parte X: La Torre de Karín
“Beber del Agua Sagrada otorga un poder extraordinario.”
Ten Shin Han ha escalado la Torre de Karín con relativa facilidad. Al anochecer, ya ha puede ver la cima.
En el Cuartel General de la Red Ribbon, Tsuru se escabulle entre los focos que iluminan el perímetro interior de la muralla.
De un salto la supera, pegándose enseguida a la pared para evadir otro foco que examina el exterior.
- “Hora de abandonar el barco…” – piensa el anciano. – “Con Ten Shin Han y Tao desaparecidos, no tardarán en pedirme explicaciones… ¡Esos dos no han sabido ver el buen negocio que teníamos!”
Ten Shin Han ha alcanzado la atalaya en lo más alto de la torre y se ha colado por uno de los agujeros en la base, accediendo así a su interior.
No hay nadie. Solo una pequeña cama y una docena de grandes tinajas decoradas con un rombo rojo.
Ten encuentra una escalera que sale al exterior y sube por ella al piso superior, donde se encuentra con una zona circular con vistas al mundo, rodeada por columnas, con una escultura central que soporta una bonita botella decorada con piedras preciosas.
Ten Shin Han se acerca a ella con curiosidad.
- “Has llegado a la cima.” – una voz sorprende a Ten.
El guerrero se da la vuelta y se encuentra con un pequeño y rechoncho gato blanco apoyado en un bastón.
- “Soy el Duende Karín.” – se presenta el felino.
Ten Shin Han hace una reverencia.
- “¿Por qué estás aquí?” – le interrumpe el gato con cierto recelo.
- “Un anciano me dijo…” – responde Ten.
- “No, no…” – niega Karín. – “Prueba otra vez.”
Ten Shin Han duda un instante.
- “Busco redención.” – rectifica Ten.
- “Hmm…” – murmura el gato. – “Redención… ¿No es lo que buscamos todos?”
- “He cometido muchos errores en mi vida.” – dice Ten. – “Quiero enderezar mi camino.”
- “Un objetivo noble…” – murmura Karín. – “Pero has hecho mucho mal… ¿qué te hace merecedor de tal redención? ¿Por qué un asesino como tú debería poder calmar su corazón? ¿Acaso no es el remordimiento la mínima condena merecida por tus actos?”
Ten Shin Han agacha la cabeza, pensativo.
- “Pensé que en la cima de la torre encontraría a Kamisama.” – dice Ten, molesto.
- “Kamisama…” – repite Karín. – “Yo seré quién decida si eres digno de su presencia.”
- “Pero él me dijo…” – insiste Ten.
- “Sé muy bien lo que te dijo.” – le interrumpe el felino.
Ten aprieta los puños, frustrado.
- “En pocos años, la Tierra será…” – explica Ten.
- “¡Oh! ¿La Tierra?” – Karín finge sorpresa. – “¿Ahora es la Tierra? Pensé que habías venido buscando redención…”
- “Tsk…” – protesta Ten.
El gato da la espalda a Ten Shin Han y camina hasta el pilar central.
- “¿Ves esa botella?” – pregunta Karín. – “Es el Agua Sagrada.”
- “¿Eh?” – se extraña Ten.
- “Beber del Agua Sagrada otorga un poder extraordinario.” – dice el gato.
- “¿Un poder extraordinario?” – se sorprende Ten Shin Han.
- “Tranquilo, esa de ahí es solo un truco.” – confiesa el gato.
- “¿Qué?” – replica un confuso Ten.
- “Escalar la torre y robarme el agua es mi pequeño ritual para fortalecer a todo el que llega hasta aquí.” – dice el gato. – “Al mismísimo Kamisama le costó tres años arrebatármela.” – sonríe.
- “¡¿Tres años?!” – exclama Ten.
Karín asiente.
- “Fue hace mucho tiempo.” – sonríe el felino.
- “Quiero intentarlo.” – responde Ten, motivado.
- “No seas ridículo.” – responde Karín, con cierto desdén. – “Para ti no sería ni un calentamiento.”
- “¿Eh?” – se sorprende una vez más el asesino. – “¿Qué significa eso?”
Karín se rasca la barbilla.
- “A lo mejor…” – refunfuña el gato.
- “¿Qué ocurre?” – insiste Ten.
El gato se marcha hacia la escalera.
- “Ahora vuelvo.” – se despide.
En el comedor del Cuartel General de la Red Ribbon, los androides 17 y 18 están sentados en una mesa, comiendo solos y en silencio, mientras los otros soldados están sentados en grandes grupos, hablando entre ellos. Todos comen de bandejas racionadas.
El 17 mira de reojo las otras mesas. La 18 mira fijamente su sopa.
- “No somos como ellos.” – dice la androide.
- “¿Eh?” – reacciona el 17.
- “No somos humanos.” – insiste ella.
- “Bueno, técnicamente…” – responde el 17.
De repente, un soldado se acerca a la mesa con una bandeja. Viste el uniforme regular con una gorra.
- “Hola.” – saluda el soldado. – “¿Me puedo sentar?”
Los androides se miran entre ellos, sorprendidos.
El soldado se sienta.
- “Así que sois los famosos androides de los que todos hablan.” – dice el soldado.
- “¿No nos tienes miedo?” – pregunta el 17.
- “¿Miedo?” – sonríe el soldado. – “No, yo no.”
- “¿Cómo te llamas?” – pregunta la 18.
- “Zendaki” – responde el soldado. – “Pero mis amigos me llaman Puar.”
Durante un instante, el Número 17 se queda perplejo, como si hubiera visto un fantasma.
- “¿Y por qué no te sientas con los demás?” – pregunta la 18, sacando al 17 de su trance. – “¿Eres el rarito del grupo?”
- “Más o menos… jaja” – ríe tímidamente el joven. – “Es que mañana me toca hacer guardia en el laboratorio y pensé que sería buena idea presentarme.”
- “Pues ya lo has hecho.” – replica la 18, tajante.
- “Sí, supongo que sí…” – responde tímidamente, mientras agarra su bandeja y se levanta. – “No quería molestar. Nos veremos mañana.”
El chico se despide.
- “Hasta luego…” – se despide el 17. – “…Puar.” – murmura.
El soldado se aleja rápidamente, agachando la cabeza para ocultar sus ojos lagrimosos bajo la visera de su gorra.
En la Torre de Karín, ya es de noche. El gato trae una tetera con un rombo rojo en el lateral con la inscripción en kanji “Kami” y la posa en el suelo, frente a Ten Shin Han.
- “¿Qué es eso?” – pregunta Ten.
- “Esta es la verdadera Agua Sagrada.” – responde Karín.
- “¿La verdadera?” – repite Ten, confuso.
Karín asiente.
- “La leyenda dice que quien beba de esta agua obtendrá un poder extraordinario.” – explica el felino.
- “¿Es otro truco?” – se extraña Ten.
Karín lo niega.
- “Pocas personas han bebido de esta agua.” – explica el felino. – “Y ninguna ha sobrevivido.”
- “¿Es una broma?” – protesta Ten. – “¿Y Kamisama?”
- “Ni el mismísimo Kamisama se atrevió a probarla.” – responde Karín.
- “¡¿Cómo?!” – se sorprende Ten.
- “Las leyendas que rodean el Agua Sagrada son diversas y confusas.” – explica Karín. – “Algunas se refieren a ella como el té de los Dioses… otras hablan de una infusión echa a partir de la semilla de un Árbol Sagrado que se erguía donde ahora se encuentra esta misma torre… incluso hay algún relato sobre cómo tal brebaje fue hervido sobre la llama que calienta el mismísimo horno de ocho divisiones…”
- “¿Pero funciona?” – interrumpe Ten.
- “Hmm…” – murmura Karín. – “No sé si eres valiente o inconsciente… ¿Acaso no has oído mis palabras?”
- “Si me hará más fuerte, quiero intentarlo.” – insiste Ten Shin Han.
- “Superar una prueba como esta precisa de verdadera convicción.” – explica Karín.
- “Déjeme intentarlo.” – insiste Ten, una vez más. – “Parece que duda de mis intenciones, pero… ¿qué puede perder? Si muero, usted tendrá una preocupación menos. Y si sobrevivo, creo que habré probado la fuerza de mis convicciones.”
Karín se rasca la barbilla, pensativo.
- “Es posible…” – murmura el felino.
Ten Shin Han se arrodilla y se inclina hacia delante con ambas manos en el suelo, haciendo una reverencia.
- “Se lo suplico.” – insiste Ten. – “Déjeme intentarlo.”
El felino suspira.
- “Está bien.” – responde.
Ten se reincorpora, sentándose sobre sus pies, arrodillado.
- “Pero antes de empezar, tómate esto.” – dice el felino.
Karín lanza con su pulgar una pequeña semilla que Ten caza al vuelo.
- “¿Qué es?” – pregunta Ten Shin Han.
- “Una semilla senzu.” – responde el gato. – “Repondrá tus fuerzas.”
- “No estoy cansado.” – responde Ten.
- “Necesitarás cada onza de energía de tu cuerpo para superar el reto.” – dice Karín. – “Te aconsejo que te la tomes.”
Ten Shin Han engulle la semilla y no tarda en sentir sus efectos.
- “Oh…” – se sorprende el guerrero de tres ojos. – “Me siento lleno de energía…” – se mira las manos. – “Incluso siento mi estómago lleno…”
Karín agarra el vaso que taponaba el pico de la tetera y lo coloca frente a Ten.
- “Es el momento de la verdad…” – sentencia el Duende.
Karín le sirve.
- “Será doloroso.” – advierte el gato.
- “Estoy listo.” – afirma un estoico Ten Shin Han.
El guerrero de tres ojos agarra el vaso y observa el contenido fijamente, mentalizándose.
Finalmente, Ten Shin Han vacía el vaso de un trago.
Tras un momento de silencio, Ten siente como le arde la garganta. El guerrero se sujeta el cuello mientras se retuerce en el suelo en agonía.
En la oscuridad de su mente, dos figuras humanas se alzan sobre él, tornándose gigantes frente a un minúsculo Ten Shin Han.
Las dos figuras se transforman en dos grullas que intentan pisotear a Ten, que corre de un lado a otro, escabulléndose entre las largas piernas de las aves.
De repente, Ten se tropieza con una cinta roja que se ha enrollado en su tobillo.
El asesino intenta liberarse, pero la cinta repta por sus piernas, envolviéndolo en un capullo de seda roja.
Ten Shin Han grita, pero la cinta alcanza su boca, silenciándolo.
En la torre, Karín observa el cuerpo inmóvil de Ten y puede oír como su corazón late cada vez más despacio.
El Duende agacha la cabeza, apenado.
- “Lo siento, muchacho.” – suspira el felino.
En su pesadilla, Ten Shin Han abre los ojos.
Una figura oscura y monstruosa, casi demoníaca, de cuatro brazos y tres ojos se presenta frente a él, con el kanji “Satsu” tatuado en rojo en su espalda.
Ten retrocede ante tan aterradora bestia, que clava su mirada airada en él.
El guerrero intenta usar el Taiyoken, pero el destello que emite es sombrío e incapaz de iluminar su entorno.
El monstruo embiste. Ten intenta defenderse, pero la bestia lo supera.
Como un animal rabioso, la monstruo estampa a Ten contra el suelo y le propina una paliza a base de puñetazos. Cada vez que Ten intenta defenderse, uno de los brazos de la bestia logra inmovilizarlo para poder seguir golpeándole con los demás.
Karín escucha como el corazón de Ten Shin Han se detiene por completo.
Silencio en la Torre de Karín.
De repente, un destello de luz empuja al monstruo y lo aleja de Ten.
Confuso, el malherido guerrero observa como una figura luminosa de apariencia infantil aparece frente a él y avanza levitando a pocos centímetros del suelo hacia la bestia.
- “Chaoz…” – murmura Ten.
Karín puede oír al guerrero murmurar.
- “¿Hmm…?” – se sorprende el Duende.
El monstruo se abalanza sobre la figura de luz como un depredador sobre su presa.
Parece que la bestia la atrape entre sus manos, pero la figura se desvanece para reaparecer de nuevo detrás del monstruo.
El demonio lo intenta de nuevo, pero lo mismo sucede.
Karín se acerca al cuerpo de Ten, acercando su oreja a su rostro.
El monstruo lo intenta una vez más… y esta vez parece haberlo logrado.
Pero al darse la vuelta, la bestia se da cuenta de que la figura luminosa se encuentra montada en su espalda, agarrándose a los brazos que nacen de su espalda, sobre el gran tatuaje “Satsu”.
La luz de la figura es cada vez más intensa.
- “Chaoz…” – murmura de nuevo Ten.
- “Adiós, Ten…” – retumba la voz de su preciado amigo. – “No te olvides de mí, ¿eh?”
En la Torre de Karín, Ten Shin Han abre los ojos.
- “¡¡CHAOZ!!” – exclama el guerrero.
- “¡¡AAAAH!!” – se sobresalta el felino.
Ten Shin Han está confuso, mirando a su alrededor.
- “¿Qué…? ¿Qué ha pasado…?” – se pregunta el guerrero.
- “¡NO ME DES ESTOS SUSTOS!” – protesta Karín.
Ten observa el vaso vacío en el suelo.
- “¿Lo he… conseguido…?” – se pregunta, sorprendido.
- “Impresionante…” – piensa Karín. – “Es la primera vez que un humano sobrevive al brebaje…”
Y así, el primer rayo de luz del amanecer baña la Torre de Karín.
Ten Shin Han se pone en pie, observando sus manos mientras las abre y las cierra con cara de asombro.
- “¿Cómo te sientes?” – pregunta Karín.
- “Me siento…” – responde Ten, apretando los puños con fuerza. – “¡…mejor que nunca!” – sonríe.
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