Red World / Parte XV: Camino al oeste
“Son Gohan me animó a descubrir el mundo por mí mismo y es lo que pienso hacer.”
En el Monte Frypan, Krilín habla con Gyuma y los aldeanos.
- “La montaña está a salvo.” – anuncia el alumno de Son Gohan.
- “¿Y mi hija?” – pregunta el Rey, preocupado.
- “Chichi se ha quedado con la Diosa Annin para arreglar los daños que ha causado la Red Ribbon…” – dice Krilín, un poco incómodo al tener que esconder la verdad. – “Pero está a salvo y volverá cuando haya terminado.”
- “La Diosa Annin…” – murmura la anciana. – “¿Existe de verdad?”
Krilín asiente. El Rey no parece del todo aliviado.
- “Chichi pronto regresará con usted. No se preocupe.” – le dice el joven a Gyuma, agarrándole del brazo. – “Seguro que tendrán muchas cosas de las que hablar.”
- “Muchas gracias, Krilín.” – responde el Rey.
El Rey se levanta y carga el hacha en su hombro.
- “Tengo mucho trabajo que hacer.” – suspira el grandullón. – “Tengo que reconstruir mi hogar.”
- “Yo debo seguir mi camino.” – dice Krilín.
- “No puedes andar por ahí de esa guisa…” – sonríe Gyuma, viendo al joven manchado por el humo, sin camiseta y con los pantalones destripados y chamuscados. – “Seguro que te podemos prestar algo de ropa.”
- “Je, je…” – ríe Krilín, algo avergonzado al verse.
- “Seguro que tengo algo de mi nieto…” – dice la anciana.
La anciana se retira a su casa.
- “¿Y a dónde vas ahora?” – pregunta Gyuma.
- “Camino al oeste.” – responde Krilín. – “Son Gohan me animó a descubrir el mundo por mí mismo y es lo que pienso hacer.”
Gyuma sonríe con nostalgia al recordar a su viejo amigo.
- “Si pasas por la Tierra Sagrada de Karín, deberías intentar escalar la torre.” – dice el Rey.
- “¿Una torre?” – pregunta Krilín, confuso.
- “Eres un joven formidable.” – sonríe Gyuma. – “Puede que lo consigas.”
En ese momento, la anciana regresa con ropa plegada en sus brazos, interrumpiendo la conversación.
Mientras tanto, en el bosque colindante del Cuartel General de la Red Ribbon, los androides entrenan peleando entre ellos ante el asombro del Oficial del Estado Mayor Black y el Doctor Gero, que observan desde un búnker subterráneo cercano a través de cámaras.
Los soldados del cuartel observan las explosiones fuera de los muros.
El Número 17 y la Número 18 intercambian golpes que hacen temblar el suelo con cada impacto.
El Oficial Black observa asombrado el combate.
- “Son realmente impresionantes, doctor…” – dice Black.
- “Me alegro de que satisfagan sus expectativas.” – responde Gero.
- “Tengo suficiente.” – responde Black. – “Tiene mi enhorabuena.”
- “Aún no…” – murmura Gero.
- “¿Cómo dice?” – se sorprende el Oficial del Estado Mayor.
Los dos androides se separan tras un choque y preparan una esfera de energía entre sus manos.
Black mira de reojo a Gero, con miedo de lo que pueda suceder.
- “Doctor…” – dice Black.
Gero no responde y sigue fijo en la pantalla.
- “La prueba no acaba hasta que comprobemos su límite.” – sentencia el doctor.
Los androides disparan y las esferas de ki estallan al chocar, haciendo retumbar el continente.
Las paredes del búnker se resquebrajan por completo. Gero, Black y los soldados asistentes tienen que sujetarse al mobiliario para no caerse. Las pantallas dejan de emitir.
La onda expansiva sacude el Cuartel General.
El Duende Karín puede sentir la vibración desde su torre.
Tras la calma, en el búnker, mientras todos se sorprenden de seguir con vida, Gero pone nervioso.
- “¡Recuperen la imagen!” – exclama el doctor.
Sus asistentes teclean.
- “No hay señal, doctor.” – dice uno.
Impaciente, Gero sale corriendo.
- “¡Doctor!” – se alarma Black.
Gero llama al ascensor, pero no funciona, así que sube las infinitas escaleras de emergencia del búnker.
Tras una dura escalada, Gero abre la compuerta y sale al exterior, donde una gran polvareda nubla la visión. Algunos golpes retumban en el aire.
El doctor camina entre la polvareda guiándose por el sonido de los impactos.
Poco a poco, a medida que se disipa la nube de polvo, Gero puede ver la silueta de sus dos androides peleando a un ritmo cada vez más lento.
El doctor saca una libreta de su bolsillo y empieza a tomar notas a medida que los androides se frenan hasta detenerse por completo.
- “Esto puede ser un problema…” – refunfuña Gero.
En el Monte Frypan, Krilín se ha vestido con un pantalón marrón atado con una cuerda y una camiseta blanca de tirantes.
La anciana le obsequia con un zurrón de provisiones que el joven se cuelga del hombro.
- “Mucha suerte.” – dice la anciana.
Krilín prosigue su viaje, rumbo al oeste, mientras los aldeanos y el gran Rey Gyuma se despiden de él.
En el Palacio Real de la Capital Central, unos días más tarde, el Comandante Red ha recibido al Doctor Yakisugi en su despacho, que le ha informado de su derrota en el Monte Frypan.
El doctor está escoltado por dos soldados. Bajo su ropa puede verse que está vendado por las heridas sufridas en su confrontación con la Diosa Annin.
- “¿Me está diciendo que un par de muchachos han destruido nuestras instalaciones?” – dice Red, furioso.
- “No eran simples muchachos…” – se justifica el doctor, avergonzado. – “El joven era un experto luchador… ¡derrotó a los hermanos bandidos Ginkaku y Kinkaku!” – explica. – “Y la chica era la hija del Rey Gyuma… ¡y parece que la Diosa Annin es su…!”
- “¡Basta de excusas!” – le interrumpe el Comandante. – “Ya he oído suficientes historias de espíritus de la montaña y reliquias milenarias… ¿Cree que soy un niño al que puede asustar?”
- “No, señor… yo jamás…” – se excusa, aterrado. – “Pero le digo la verdad… La Diosa…”
- “¿Es por mi estatura?” – pregunta Red.
- “¿Qué…? ¿Cómo…?” – titubea Yakisugi.
- “Me convenció de financiar esa operación…” – dice Red, amenazante. – “Cuentos y leyendas… es todo lo que me ha traído.”
- “Señor, yo…” – intenta explicarse el doctor, asustado.
- “Usted cree que puede engañarme como a un niño…” – dice Red. – “¿Por qué? ¿Es por mi estatura?”
- “Señor… yo jamás…” – dice Yakisugi, intentando retroceder, pero los soldados que le escoltan se lo impiden.
El Comandante Red baja de su silla y camina hacia el doctor, poniéndose frente a él, llegándole solo hasta la cintura.
De repente, el Comandante propina un puñetazo en la entrepierna del doctor, haciendo que caiga de rodillas al suelo, dolorido, con la frente apoyada en el suelo.
Red lo mira con desdén, en silencio, mientras se quita el anillo de diamante de su mano derecha, lo guarda en el bolsillo interior de su chaqueta y lo cambia por un puño americano. El doctor se retuerce de dolor sin saberlo.
Cuando Yakisugi levanta la cabeza, Red le propina un fuerte puñetazo que le arranca varios dientes. Y luego otro. Y otro más, noqueando al pobre doctor.
Sin mediar palabra, Red se quita el puño americano y lo limpia con el pañuelo rojo de la solapa de su chaqueta.
Red regresa a su mesa mientras se limpia una mancha de sangre de su mejilla.
El Comandante guarda el puño americano, se coloca el pañuelo de nuevo en la solapa y escala su silla para sentarse.
- “Sus servicios ya no son necesarios.” – sentencia Red. – “Líbrense de él.” – ordena a sus hombres.
Los soldados agarran al doctor en brazos y lo levantan para llevárselo.
- “No… Comandante…” – dice Yakisugi, entre lágrimas, con la cara desfigurada. – “¡Por favor! ¡Se lo suplico!” – entra en pánico. – “¡COMANDANTE RED! ¡¡POR FAVOR!!”
Los soldados lo arrastran fuera del despacho.
El Comandante aprieta un botón de su mesa y en poco tiempo el General Blue entra a su despacho.
- “A sus órdenes, mi Comandante.” – saluda Blue, poniéndose firme.
- “¿Puede usted encargarse del asunto del Monte Frypan?” – pregunta el Comandante.
- “Por supuesto, señor.” – dice Blue. – “¿Cuáles son las órdenes?”
- “El Proyecto Sartén ha dejado de interesarme…” – dice Red. – “Pero la Red Ribbon no puede mostrar debilidad. ¿Lo entiende?”
Blue responde con una reverencia.
- “Alto y claro, señor.” – responde el General.
hola amigoo feliz añooo y genial historia este universo lo contaras hasta llegar a el torneo del poder?
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