Cold Chronicles / Parte VIII: Conflictos imperiales
“El Imperio del Rey Cold trae paz y equilibrio.”
Tras varios días de viaje, Hit ha llegado a su destino; un planeta cuyo cielo está cubierto por nubes negras que forman una tormenta eléctrica perenne.
La nave imperial se adentra en las nubes, sufriendo fuertes turbulencias que activan las luces rojas de emergencia. La tripulación se sujeta con fuerza a lo que tiene a su alrededor, asustados por el temblor y las historias que han nacido en ese lugar.
Finalmente, la nave logra atravesar la tormenta y se dispone a aterrizar en la superficie del planeta.
La compuerta de la astronave se abre y Hit se prepara para salir. Un soldado se acerca a él, asustado.
- “¿Quiere un… quiere un equipo de apoyo, señor?” – pregunta el soldado.
- “¿Apoyo?” – pregunta Hit, echando un vistazo a su alrededor.
A los soldados imperiales les fallan las piernas, aterrados ante la idea de explorar el lugar.
- “Creo que saldré solo.” – dice el asesino.
Mientras tanto, en el planeta Kabasei, dos patrulleros galácticos han aterrizado. Uno de ellos tiene aspecto de escarabajo humanoide con exoesqueleto marrón y naranja; el otro es un individuo de muy baja estatura, tez morena y barba negra, que solo viste un pantalón blanco. Los dos llevan orejeras blancas con el símbolo de la Patrulla Galáctica.
Los dos patrulleros caminan entre las ruinas de una aldea kabajín arrasada por las Fuerzas Especiales del Imperio.
- “Hemos llegado tarde, Chapasei” – dice el escarabajo.
- “Eso parece, Torbie” – responde su compañero. – “Esos bastardos han acabado con todo el que se ha opuesto a la invasión.”
En ese instante, los cuatro soldados imperiales rodean a los dos patrulleros.
- “Invasión no suena demasiado bien…” – dice Methiop. – “Preferimos conquista.”
Sus compañeros ríen de forma burlona, mientras los dos patrulleros se ponen en guardia.
- “Pagaréis por esto” – dice Torbie.
- “Sois unos ilusos” – responde Tupper. – “No entendéis nada.”
- “¡Y vosotros sois unos monstruos!” – exclama Chapasei. – “¡Lleváis muerte y destrucción a todos los planetas de la galaxia!”
- “El Imperio del Rey Cold trae paz y equilibrio.” – responde Tupper.
- “¡¿A esto llamáis paz?!” – dice Torbie, señalando los cadáveres kabajín que les rodean.
- “Sabéis que la guerra no es la primera opción del Rey” – explica Nink. – “Un emisario del imperio les propuso una anexión pacífica y lo asesinaron. Ellos empezaron el conflicto. Nosotros solo lo hemos terminado.” – sonríe el soldado.
- “Disfrutáis matando.” – le increpa Chapasei.
- “Disfrutamos haciendo nuestro trabajo.” – responde Tupper.
Torbie abre sus alas, dispuesto a atacar.
- “Os superamos en número.” – dice Tupper. – “Marchaos. No seáis idiotas.”
Chapasei sonríe y de forma repentina se multiplica, creando siete clones idénticos.
- “¡¿Qué demonios…?!” – se sorprenden los soldados.
- “¡Quedáis detenidos en nombre de la Patrulla Galáctica!” – exclaman los dos patrulleros.
Torbie y los clones de Chapasei se abalanzan sobre sus enemigos.
El escarabajo y un Chapasei se emparejan con el metalman, mientras los otros siete clones se distribuyen en parejas contra los otros tres soldados.
Mientras tanto, en Hera, el líder herajín recibe en su palacio a los emisarios del Imperio. Solo el consejero real y la líder de las Fuerzas Especiales han podido entrar a la sala del trono.
- “Bienvenidos” – les recibe el líder herajín, un hombre de mediana edad, vestido con las ropas tradicionales de su planeta, sentado en su trono.
- “Es un placer ser recibidos en su casa, señor Hido” – saluda Sorbet.
- “¿Qué trae a dos personalidades tan importantes a mi palacio?” – pregunta el herajín.
- “El Rey me ha pedido que le comunique su disposición a negociar una mejora de las condiciones del acuerdo entre su pueblo y el Imperio” – dice Sorbet.
- “Eso está bien” – sonríe Hido.
- “Así que, permítame preguntarle, ¿Cuáles son sus exigencias?” – continúa el consejero.
- “Lo primero, queremos un aumento de nuestros honorarios y la desaparición de las tropas imperiales de nuestro territorio.” – dice el líder herajín.
- “Señor, la primera parte de su petición es completamente justa. El Rey Cold está muy satisfecho con vuestro trabajo.” – asiente Sorbet. – “Pero abandonar su planeta…”
- “No he terminado.” – le interrumpe Hido. – “Queremos un guerrero herajín en las Fuerzas Especiales.”
En ese instante, la líder del escuadrón emblema del Imperio, que hasta ahora parecía desinteresada en la discusión política, presta atención a la conversación.
La petición también ha sorprendido a Sorbet.
- “¿Cómo dice?” – titubea Sorbet.
- “Tener a uno de los nuestros en ese equipo sería una muestra de aprecio al poder de nuestra raza.”– explica Hido.
- “Pero señor…” – dice el consejero imperial. – “Existen unas pruebas de acceso para ese pelotón. Cualquier soldado del Imperio tiene la posibilidad de presentarse a tales…”
- “¿Estás diciendo que mis hombres no están a la altura?” – pregunta el herajín, ofendido.
- “No, señor, pero…” – intenta calmar los ánimos Sorbet.
- “Sí” – interviene la líder de las Fuerzas Especiales.
El líder herajín se fija en la soldado.
- “¿Qué has dicho?” – pregunta enfadado Hido.
- “Ninguno de tus hombres está al nivel de mi escuadrón” – dice la guerrera.
- “¡¿Cómo osas?!” – se levanta airado el herajín.
Sorbet se pone nervioso.
- “Señores, cálmense…” – intenta poner paz el consejero.
Hido respira hondo y vuelve a sentarse.
- “Decidle al Rey Cold que las negociaciones han fracasado.” – dice el líder herajín.
- “¿Es esa su respuesta final, señor?” – pregunta Sorbet.
- “Así es.” – sentencia Hido.
- “Bien…” – dice Sorbet, que parece mostrar un cambio de actitud radical, esbozando una malévola sonrisa.
Sorbet mira de reojo a la líder de las Fuerzas Especiales y asiente, haciendo que la soldado de un paso al frente hacia el herajín.
Mientras tanto, en el planeta maldito, Hit camina entre las ruinas de una antigua civilización. Puede verse en la arquitectura de los restos que ese pueblo vivió una época de gran esplendor. En el centro de la vieja ciudad, en una gran plaza, se alza un gigantesco templo cuya fachada ha sido derruida. Frente a él, los restos de un gran acueducto derrumbado.
Hit atraviesa la plaza cuando es rodeado por cuatro personajes de aspecto demoníaco. Uno de ellos es un guerrero fortachón de tez naranja, cabello rojo y dos pequeños cuernos del color del nácar, que viste un pequeño pantalón slip azul y un arnés del mismo color. El segundo es una pequeña criatura de piel verde, labios rojos, y unos grandes ojos amarillos que se mueven de forma independiente, y viste solo un pantalón azul. El tercero es un guerrero grande y fuerte de piel ocre, pequeños cuernos y grandes alas, vistiendo una armadura azul oscuro. Y, por último, el cuarto guerrero tiene la piel azul claro, cabello anaranjado y dos pequeños cuernos adornando su frente; visto una túnica morada y una capa de un tono más oscuro.
Hit los observa con detenimiento.
- “¿Qué tenemos aquí?” – sonríe el demonio alado. – “¿Qué opinas, Zeeun?”
- “Debe haberse perdido, Wings” – dice el fortachón del arnés.
- “Hace mucho que no probamos carne fresca…” – babea la pequeña criatura verde.
- “Tienes razón, Medamatcha” – dice el demonio azul.
Hit suspira.
- “No queréis hacer esto.” – dice Hit.
- “¡YAAAAAAA!” – grita Medamatcha, haciendo que tres diminutos seres nazcan de su espalda y se abalancen sobre el enemigo.
Hit, con un rápido movimiento acrobático, repele a las tres criaturas.
Zeeun se lanza también sobre él, dispuesto a propinarle un puñetazo, pero Hit esquiva el golpe y rápidamente agarra el brazo de su enemigo, proyectándole contra el suelo con una rápida llave de judo.
En ese instante, dos brazos azules brotan del suelo y agarran los pies del asesino, inmovilizándole.
- “¡Buen trabajo, Angila!” – exclama Wings, que cae del cielo haciendo un puño con ambas manos, dispuesto a atizar a su enemigo. – “¡No podrás esquivar esto!” – grita el demonio.
El asesino clava su mirada en el en demonio alado y sopla con fuerza, emitiendo una gran nube de humo negro que desconcierta al enemigo.
- “¡¿Qué demonios es esto?!” – exclama Wings, que enseguida retrocede.
De repente, Wings siente que alguien tira de sus brazos y le estampa contra el suelo.
Al disiparse la humareda, Hit ha desaparecido.
- “¡¿Dónde está?!” – exclama alarmado Medamatcha.
- “¡Maldición!” – lamenta Zeeun mientras se pone en pie. – “¡No puede haber ido muy lejos!”
- “¡No le veo!” – exclama Angila, con el rostro dolorido. – “¡¿Tú ves algo, Wings?!”
Su compañero no responde.
- “¡¿Wings?!” – insiste Angila.
En ese instante, todos se dan cuenta de que su compañero ha sido noqueado.
- “¿Cómo lo ha hecho?” – se pregunta Medamatcha, sorprendido. – “¡Tened cuidado!” – exclama a sus compañeros, pero al darse la vuelta se percata de que ellos también han caído.
El demonio, asustado, retrocede lentamente hasta toparse con Hit.
- “Tranquilo” – dice el asesino. – “Solo les he noqueado.”
Medamatcha intenta darse la vuelta, pero antes de lograrlo cae al suelo fuera de combate.
Hit, calmado, continúa su camino hacia el templo en ruinas.
En Kabasei, Nink intenta golpear sin éxito a sus enemigos, dos clones de Chapasei, que se mueven a una velocidad de vértigo.
- “¡Son muy rápidos!” – lamenta el soldado imperial.
Cerca de allí, Tupper es avasallado por otros dos clones que, a pesar de ser incapaces de dañar su dura piel, él parece ser incapaz de tocarlos.
- “Qué incordio…” – murmura el soldado.
Por su parte, Methiop es el único que parece poder mantener el ritmo de los clones de Capasei, gracias a sus largos brazos y rápidos puñetazos.
Mientras tanto, Auta Motroco intenta alcanzar sin éxito a Chapasei con su aliento flamígero.
Torbie sorprende al metalman por la espalda y le propina un puñetazo en la nuca que no surge ningún efecto.
- “Es muy resistente.” – dice el escarabajo.
- “Pero muy lento.” – sonríe Chapasei. – “Seguro que lograremos encontrar un punto débil.”
En ese instante, en el abdomen del metalman, su caldera interior parece arder con más intensidad, y una gran cantidad de vapor a presión surge de sus chimeneas, que silban como una olla a presión.
- “¿Qué demonios…?” – se sorprende el escarabajo.
De repente, Auta Motroco arrolla a Torbie como si fuera una locomotora, haciéndole estallar con el impacto cuál insecto en el parabrisas de un coche.
- “Tor… Torbie…” – titubea su compañero, que ha quedado bañado en hemolinfa verde.
Al entrar en shock, su estado mental se transmite a los clones, que pierden la concentración y son rápidamente superados por los soldados imperiales.
Chapasei se apresura en apretar un botón de su auricular, pero enseguida es agarrado por el metalman, que abre su boca y lanza un torrente de lava sobre el cuerpo del patrullero, fundiéndole en su mano.
Los demás soldados se acercan a su compañero.
- “Buen trabajo, Motroco” – le felicita Tupper.
- “Estos patrulleros son un incordio.” – dice Methiop. – “Cada vez cuentan con más efectivos.”
- “El Rey Cold va a tener que tomárselos en serio.” – dice Nink. – “Podrían ser un problema en el futuro.”
En Hera, un gran estruendo alerta a los guardias herajín que protegen la entrada a la sala del trono, armados con lanzas doradas, que enseguida irrumpen en el salón. Al abrir las puertas, se encuentran a Hido agarrando por el cuello el cuerpo sin vida de la líder de las Fuerzas Especiales.
Los hombres de Hido enseguida rodean a Sorbet, apuntándoles sus lanzas.
- “Tranquilos, muchachos” – dice el consejero imperial.
- “¡¿Órdenes, señor?!” – pregunta un herajín.
Hido lanza el cuerpo de la soldado a un lado y ordena a sus hombres que bajen las armas.
- “Ha sido solo un desacuerdo.” – dice el líder herajín. – “La líder de las Fuerzas Especiales ha intentado atacarme, pero no actuaba en nombre del Rey, ¿no es así?.” - le pregunta a Sorbet.
- “Por supuesto, señor” – responde el consejero imperial. – “El Rey Cold no actuaría de tal forma. Su Majestad tiene gran estima hacia su pueblo.”
- “Me alegra oír eso.” – sonríe Hido. – “Podéis soltarle.” – ordena a sus hombres.
Los guardias obedecen.
- “Marcharos. Gracias.” – dice Hido. – “Aún nos quedan ciertos temas de los que hablar.”
- “Sí, señor” – responden sus hombres.
Al quedarse a solas de nuevo, Sorbet sonríe.
- “Buen trabajo, Capitán Ginyu.” – felicita el consejero al líder de las Fuerzas Especiales.
Mientras tanto, en el planeta maldito, Hit se dirige al altar del templo, donde un gran trono de piedra ha sido construido a partir de ruinas. En él se encuentra sentado un anciano encapuchado de tez verde envuelto en una gran túnica amarilla.
- “Bienvenido a mi hogar, extranjero.” – dice el anciano, mientras revela su rostro.
Hit se sorprende al ver a la misteriosa figura.
- “Me llamo Slug.” – revela el anciano.