OLD MAN GOHAN // Prólogo: No soy como mi padre

OLD MAN GOHAN

Prólogo: No soy como mi padre

Son Gohan recupera la consciencia rodeado de escombros. Un fuerte zumbido en sus oídos le impide oír. Su cuerpo está repleto de laceraciones y contusiones; y siente un fuerte dolor en el brazo izquierdo.

Frente a él yace el cuerpo inmóvil del joven Trunks.

Son Gohan no duda e intenta arrastrarse hasta su compañero, pero enseguida se percata de que el dolor que siente en su extremidad es a causa de su pérdida.

Movido por el pánico, en seguida busca el pequeño saco de semillas senzu que lleva atado al cinturón. Usando sus dientes consigue desatar el nudo y lo vacía sobre el suelo. Una única semilla es lo que cae del saco. 

El mestizo saiyajín la agarra desesperado, guiado por su instinto de supervivencia y apunto está de llevársela a la boca... pero se acuerda de Trunks. Su joven amigo se encuentra frente a él, inconsciente y malherido. 

Son Gohan agita el saco otra vez, esperando que en algún recoveco haya quedado oculta otra semilla. Pero no hay suerte.

El guerrero aprieta con fuerza la semilla en su mano. Pese a haber pasado por una guerra eterna contra los androides, nunca se había sentido tan impotente como hasta ahora.

- “Vamos, Son Gohan. ¿Qué haría papá?” – se dice a sí mismo.

Incontables lágrimas recorren sus mejillas en silencio, para dar lugar a un fuerte quejido seguido de un llanto que resuena en toda la ciudad en ruinas.

De repente, Son Gohan despierta sobresaltado. Ha sido una pesadilla. Otra vez. Sólo un recuerdo de su pasado que no puede olvidar. Sigue estando en su mugriento colchón, dentro de una cueva en mitad de un bosque perdido en las montañas que rodean el monte Frypan.

La luz del fuego eterno de la montaña se cuela entre las rendijas que deja una lona con la que está cubierta la entrada a modo de puerta.

Son Gohan tiene la respiración agitada y un sudor frío cubre su cuerpo semidesnudo lleno de cicatrices. Su aspecto desaliñado es el habitual en su vida. Barba de semanas y pelo largo, suelto y sucio.

Con su mano derecha se apresura a agarrarse el brazo izquierdo y lo recorre desde el hombro hasta la punta de sus dedos, respirando aliviado por un instante, pero llorando desconsolado al siguiente.