DBSNL // Capítulo 295: El poder de un deseo
“Sé un buen hombre.”
Pan, Bra, Baicha, Marron y Ikose observan al nuevo Piccolo sobrevolar el gran cráter.
- “¡Tío Piccolo!” – exclama Pan, emocionada.
- “Ha cambiado mucho…” – murmura Marron, asombrada.
Dibujado por Ipocrito |
Granola intenta analizar a su adversario.
- “¿Qué significa esto…?” – se pregunta el cereliano.
De repente, en un parpadeo, Piccolo aparece frente a él.
El cereliano alza lentamente la mirada para verle la cara.
Piccolo propina un puñetazo en la cara a Granola que éste lo puede anticipar, estampándolo contra el suelo.
Granola se levanta lentamente mientras se sujeta el rostro enrojecido.
- “¿Cómo…?” – titubea. – “¿Cómo es posible…?”
Granola se da la vuelta rápidamente para sorprender a Piccolo con un disparo, pero el namekiano recibe el impacto en el pecho sin inmutarse.
- “¡¿EH?!” – se sorprende Granola.
El cereliano insiste con los disparos, pero ninguna logra detener a Piccolo, que camina lentamente, pero con paso firme hacia su contrincante.
Cuando llega frente a Granola, le propina un pisotón sobre el pecho que lo incrusta en el suelo.
- “¡AAH!” – grita el cereliano.
El ojo rojo de Granola sigue intentando hacer una lectura del namekiano, pero sin éxito.
- “¿Qué…?” – dice Granola, mientras intenta apartar el pie de Piccolo. – “¿Qué eres…?”
La llama anaranjada que envuelve al namekiano se aviva y Granola se incrusta más en el suelo, que se quiebra formando un cráter a su alrededor.
- “¡¡YAAAH!!” – grita.
Piccolo le agarra la cabeza y lo levanta para luego propinarle un puñetazo en el abdomen.
- “¡¡GHAAA!!” – escupe sangre.
Piccolo da un paso al frente y lo lanza hacia el horizonte, donde choca con un edificio, atravesándolo, topándose con muchos más. Todos caen a su paso.
Los compañeros del cereliano, poco a poco logran salir de los escombros de la explosión, y observan con miedo al namekiano.
- “¿Ese es el mismo tipo de antes?” – se pregunta Botamo.
Granola se pone en pie, con un tirante roto y la camiseta rasgada.
- “Maldita sea…” – refunfuña el cereliano. – “¿De dónde ha sacado tanto poder…?”
Con su ojo rojo lo observa desde la distancia, pues puede aumentar la imagen.
En ese instante, su ojo emite un pitido que sólo él puede oír.
- “¡¿Eh?!” – se sorprende Granola.
Un contador aparece en una esquina de su campo de visión.
- “¡¡Lo encontré!!” – sonríe Granola. – “Mi ojo ha encontrado un parámetro que puedo calcular… ¡¿Otro tipo de energía?! No importa… ¡Ya no puedes esconderte de mí!”
El contador se dispara, haciendo sonar una alarma.
- “¡¿QUÉ?!” – se asusta Granola.
Su pupila roja empieza a echar humo, y poco a poco se torna gris.
- “¡¡AAAAAH!!” – grita el cereliano, tapándose el ojo.
Su visión aumentada desaparece. Su ojo derecho se queda a oscuras.
- “¡¿Qué significa esto…?!” – se pregunta, aterrado.
Piccolo ha aparecido detrás de él.
- “Creo que ni siquiera tu ojo puede evaluar la inmensidad del ki divino…” – murmura el namekiano.
- “¿Ki divino?” – se sorprende Granola.
La llama naranja se aviva de nuevo y la camiseta rota de Granola combustiona.
El cereliano retrocede y se la quita, tirándola al suelo, donde sigue ardiendo hasta consumirse.
- “La rabia y la desesperación tienen su límite.” – dice Piccolo.
El namekiano vuelve a la normalidad. Su aura se disipa y su tamaño se reduce lentamente, como si se deshincharan sus músculos.
- “¿Es que no lo entiendes?” – replica el cereliano. – “Mi deseo de venganza es todo lo que me mueve… ¡No tengo nada más!”
Piccolo esboza una media sonrisa.
- “A veces solo hay que mirar para ver…” – dice el namekiano. – “¿No te has dado cuenta? Tus hombres están dispuestos a morir por ti.”
- “¡Saben que mi objetivo es noble!” – protesta Granola.
- “No seas idiota.” – replica Piccolo. – “No es su venganza, si no la tuya. Y aun así darían su vida por ayudarte.”
Granola se queda en silencio.
- “Estás rodeado de gente que te quiere, cereliano.” – dice Piccolo. – “No cometas el mismo error que yo. Acéptalo.”
Granola aprieta los puños, frustrado.
- “Pero… mi familia…” – sus ojos se llenan de lágrimas.
- “Si quieres volver a verlos en el Más Allá, tu vida debe ser noble…” – explica Piccolo. – “Si tu corazón late odio, jamás podrás reunirte con ellos.”
El cereliano se tapa los ojos. Las lágrimas brotan sin control. Granola cae de rodillas.
- “Muesli… Oatmeel…” – solloza Granola.
Piccolo se acerca al cereliano y le pone la mano en el hombro.
Granola levanta la mirada, pero no es a Piccolo a quien ve. El cereliano despierta en mitad de su ciudad natal.
- “¿Eh?” – se sorprende Granola. – “¿Qué es esto…? ¿Una ilusión?”
De repente, el guerrero escucha una voz que no esperaba volver a oír nunca jamás.
- “Granola…” – dice una tierna voz de mujer.
El cereliano se da la vuelta y se encuentra frente a él a su esposa.
- “Muesli…” – se emociona el cansado guerrero. – “¿Eres tú?”
En sus brazos, la mujer lleva un bebé envuelto en una bufanda blanca.
- “Oatmeel…” – llora Granola.
Muesli se acerca a su amado, que tras el desconcierto inicial reacciona y los abraza.
- “Lo siento…” – llora el cereliano. – “Lo siento mucho… No pude protegeros…”
- “Te amo, Granola.” – sonríe ella.
- “Y yo a vosotros…” – responde él, entre lágrimas. – “Ojalá ese día… yo también…”
- “No era tu momento.” – responde ella.
- “Quiero quedarme… quiero estar con vosotros…” – dice el cereliano.
- “Te estaremos esperando.” – dice Muesli. – “Pero aún tienes cosas que hacer.”
Granola mira a su hijo con ternura.
- “Sé un buen hombre.” – le dice Muesli. – “Hazlo por nosotros. Para que podamos estar juntos.”
- “Muesli…” – acaricia el rostro de ella. – “Os quiero.”
De repente, la realidad se desvanece y Granola sigue de rodillas frente a Piccolo.
- “Es todo lo que puedo hacer.” – dice Piccolo, con pesar.
- “¿Qué…? ¿Qué ha sido eso…?” – se pregunta Granola. – “¿Estabas…? ¿Estabas jugando con mi mente? ¡Maldito…!”
- “No.” – le interrumpe Piccolo. – “Lo que has visto era real.”
- “¿Eh?” – se queda sin palabras el cereliano.
- “Antes era capaz de crear Dragon Balls.” – dice Piccolo. – “Siete esferas mágicas que al ser reunidas podían conceder cualquier deseo.”
Granola sigue perplejo, intentando entender lo que acaba de suceder.
- “Esa magia ya no está a mi alcance…” – continúa Piccolo. – “Pero este combate ha despertado un poder que en mi interior que me había negado. Se podría decir que lo has invocado… así que mereces este pequeño regalo.”
- “Mi familia…” – murmura el cereliano, confuso pero emocionado.
Piccolo extiende la mano hacia su contrincante y esboza una media sonrisa.
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