Los dos grandes Súper Saiyajín / Parte IX: Asuntos pendientes
“¿Dónde está esa tienda de la que hablas?”
Vegeta, descamisado y con pantalón corto azul, con una toalla sobre los hombros, desactiva la gravedad aumentada de su nave. Ha pasado varios meses desde que emprendió su viaje.
El saiyajín suspira, sudado y cansado, mientras se dirige a la nevera.
Vegeta saca una cerveza y le da un trago… cuando un olor nauseabundo le ataca.
El saiyajín mira de reojo una montaña de ropa sucia.
- “Esta ropa ya no aguanta más…” – piensa el saiyajín.
Vegeta se dirige al armario. Solo queda un conjunto.
- “Tendré que conseguir ropa nueva…” – piensa, mientras una gota de sudor frío recorre su frente.
De repente, la nave avisa por el altavoz.
- “Atención: Está llegando a su destino.” – dice una voz femenina.
El saiyajín se queda mirando el armario.
- “Por esta vez servirá…” – refunfuña.
La nave aterriza en mitad de un páramo desierto.
- “Dorakiya…” – murmura Vegeta. – “El paraíso de la escoria…”
El saiyajín, vestido con un pantalón de cuero negro y una camiseta sin mangas granate, camina por una aldea hecha de casas de barro. Se cruza con gente de variopinta, todos con aspecto de pordioseros.
- “Así doy mucho el cante…” – piensa el saiyajín.
Vegeta decide entrar en una taberna, “Kas Mul”. En la puerta hay un guardia de seguridad que ni se inmuta a su paso.
En la barra, un ser con forma de insecto le saluda en un idioma extraño e inteligible.
La gente del bar mira al saiyajín un instante, en completo silencio, pero pronto todos siguen a lo suyo.
Vegeta se sienta en la barra y levanta su dedo índice al camarero, que pronto le trae una jarra de una papilla viscosa acompañada de otra que parece agua.
El saiyajín mezcla las dos sustancias y bebe.
Tras unos instantes, hombre encapuchado entra en la taberna y se sienta a la derecha de Vegeta. Es un tipo de mediana estatura y complexión atlética; su ojo izquierdo es de color celeste y lleva un dispositivo similar a un monóculo en el ojo derecho. El sujeto está ataviado con un una capa y capucha de color marrón sobre un atuendo de doble botón sin mangas de color verde grisáceo encima de una camisa corta de color verde oscuro, pantalones del mismo color, una bufanda gris, y un cinturón, guantes y botas de cuero.
El saiyajín lo ignora.
El recién llegado levanta su mano y el camarero le sirve lo mismo que al saiyajín.
- “¿Nuevo en Dorakiya?” – pregunta el tipo.
Vegeta lo mira de reojo y decide seguir ignorándolo.
El extraño mira al saiyajín de arriba abajo.
- “Vaya pinta…” – murmura el tipo. – “Te iría bien un poco de ropa decente…”
Vegeta ni se inmuta.
- “Conozco a un tipo que vende armaduras de contrabando cerca de aquí.” – dice el tipo. – “Ahora las del Imperio se venden baratas… El tinglado se está desmoronando y muchos soldados las están tirando.”
- “No me interesa.” – refunfuña Vegeta.
- “Qué mal humor…” – suspira el tipo.
El forastero agarra su jarra y sirve otra copa al saiyajín. Luego se quita la capucha, revelando un cabello ondulado celeste.
- “Oatmeel.” – se presenta el tipo.
Vegeta da un trago.
- “Paragus.” – responde el saiyajín.
Oatmeel sonríe.
- “Un placer, Paragus.” – asiente.
- “¿Dónde está esa tienda de la que hablas?” – pregunta Vegeta.
En la Tierra, en los Universos 3 y 5, Son Goku entrena en el Monte Paoz, cerca de la casa de su abuelo, cuando siente una punzada en el pecho.
- “Tsk…” – se queja el saiyajín. – “Qué molesto…”
En la residencia Son, Gohan está estudiando. Tiene su lápiz haciendo equilibrios entre el labio superior y la nariz mientras repasa la lección.
En casa del abuelo, Goku sigue entrenando a pesar de las molestias.
Mientras tanto, en casa, Chichi esta preparando una sopa de pescado.
Goku sigue practicando, golpeando al aire, luchando contra un enemigo imaginario.
Chichi llama a Gohan.
- “¡La comida está lista!” – exclama su madre.
Son Goku continúa, con cada golpe se siente más cansado y pesado.
Chichi ha puesto la mesa. Gohan llega al comedor.
- “¿Y papá?” – pregunta el mestizo.
- “Aún no ha llegado.” – dice Chichi. – “¿Por qué no le avisas?”
Son Gohan sale de la casa y sube la montaña hacia el lugar donde entrena su padre.
De repente, el chico se encuentra con una escena que le hiela la sangre. Su padre está tirado en el suelo, inconsciente.
- “¡¡PAPÁ!!” – exclama asustado mientras corre a socorrer a Goku.
En Dorakiya, Vegeta y el forastero llegan a un almacén que parece abandonado. Oatmeel golpea la puerta. Nadie responde.
El extraño insiste.
- “¡¿Shamo?!” – aporrea el portón.
Vegeta se impacienta.
- “Me has hecho perder el tiempo…” – protesta el saiyajín, que da la espalda a su acompañante.
- “¡Espera!” – insiste Oatmeel. – “¡Paragus!”
El gesto del extraño cambia repentinamente.
- “¡Príncipe Vegeta!” – exclama el encapuchado, ahora muy serio.
Vegeta no se detiene.
- “Ya veo…” – el saiyajín esboza una media sonrisa presumida. – “Te has cansado de mantener tu pequeña ficción…”
Vegeta se da la vuelta y se da cuenta de que Oatmeel lo está apuntando con sus dedos índice y corazón de su mano derecha, con el pulgar hacia arriba, como si fingiera llevar una pistola.
- “Hmm…” – murmura el saiyajín. – “Hace mucho que no veía a uno de los tuyos…”
- “Me has reconocido…” – aprieta los dientes Oatmeel. – “¿Y aún así no has dicho nada? ¡¿Después de lo que nos hicisteis?!”
- “Lo que le pasó a los ceresianos no tiene nada que ver conmigo.” – dice el saiyajín. – “No fue personal.”
- “¡¡Arrasasteis mi planeta!!” – exclama el tipo. – “¡Tú y esos dos salvajes!”
- “Órdenes de Freezer.” – responde el saiyajín.
- “Según dicen, él ya ha pagado…” – responde Oatmeel.
Vegeta sonríe.
- “¿De qué te ríes?” – protesta el ceresiano.
- “Eso se lo debes a un Súper Saiyajín.” – dice el saiyajín.
- “Así que es cierto…” – murmura Oatmeel. – “Fue uno de vosotros…”
- “Je…” – sonríe el saiyajín.
De repente, el ceresiano ríe.
- “Ja… jaja… jajajaja…” – estalla en una carcajada. – “¡JAJAJAJA!”
- “¿Eh?” – se extraña Vegeta, que frunce el ceño. – “¿Qué te hace tanta gracia?”
- “Eres el Príncipe de tu raza… tan orgulloso…” – dice Oatmeal. – “Y resulta que el Súper Saiyajín… es otro…”
- “Grrr…” – aprieta los puños Vegeta.
- “¿Fue el calvo grandullón?” – se burla Oatmeal. – “¿O acaso fue el melenudo?”
El saiyajín se prepara para embestir, pero antes de poder hacerlo, el ceresiano dispara un rayo de ki rojo de ki que impacta en el pecho de Vegeta, derribándole.
- “Ghaa…” – tose sangre Vegeta, mientras se reincorpora con dificultad.
- “Vaya…” – se sorprende Oatmeel. – “No esperaba que sobrevivieras a eso… Te habrás hecho más fuerte durante estos años…”
Vegeta se pone en pie.
- “No importa.” – sonríe Oatmeel.
El ceresiano dispara de nuevo y Vegeta salta hacia un lado para evitar el ataque y ponerse a cubierto tras un muro.
Oatmeel sigue disparando a discreción, derribando la vivienda y rozando el hombro de Vegeta.
El saiyajín echa a correr por las calles de Dorakiya intentando sobrevivir a la tormenta de fuego.
- “¡NO HUYAS!” – exclama Oatmeel, sin cesar los disparos.
La aldea sufre la rabia del ceresiano, que ahora dispara con ambas manos.
- “¡MUERE! ¡MUERE!” – grita Oatmeel.
Pero de repente, alguien le agarra del brazo. Una garra plateada se clava en la ropa.
- “Basta.” – dice una voz ronca.
- “Lemin…” – reconoce Oatmeel al sujeto.
- “¡¡Este no es lugar para vuestras trifulcas!!” – exclama un pequeño vendedor. – “¡¿Quieres arruinarme el negocio?!”
Ya muy lejos de allí, Vegeta, ensangrentado, entra en su nave.
- “Ah… ah…” – intenta recuperar el aliento. – “Maldita sea…”
Tiene múltiples heridas por todo el cuerpo. Varios disparos le han alcanzado
- “Ese bastardo…” – protesta el saiyajín. – “Un ceresiano… ¿Cómo puede haberse hecho tan fuerte?” – murmura. – “Y ese ojo… ese aparato... Parecía la versión ceresiana del scouter... ¿Le ayudaba a apuntar?”
El saiyajín, de repente, tose sangre de nuevo Se da cuenta de que su costado ha sido perforado por un disparo.
Malherido, Vegeta se arrastra hasta el tablero de comandos.
- “Otra vez… otra vez tengo que huir…” – dice mientras activa el regreso automático de la nave y su visión se vuelve borrosa. – “Soy… soy patético…” – murmura antes de desmayarse.
La nave abandona Dorakiya.
A lo lejos, Oatmeel observa la huida del saiyajín.
En ese instante, un sujeto camina hasta su lado.
- “El rastreador ha sido colocado.” – dice el tipo; un zalt de piel amarilla, vestido con pantalón azul oscuro, una camiseta negra sin mangas a juego con sus botas, y con dos espadas cruzadas en su espalda.
- “Buen trabajo, Soshiru.” – dice Oatmeel.
- “¿Por qué no le has dado tu verdadero nombre?” – pregunta Soshiru.
El ceresiano se cruza de brazos. No responde.
- “Que los demás disfruten la noche.” – dice Oatmeel. – “Mañana partimos.”
- “¿Le vas a regalar un día?” – se extraña el zalt.
- “Un día de sufrimiento.” – responde el ceresiano. – “Quiero que nos guíe hasta los demás… Acabaremos con todos los saiyajín.”
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