El saiyajín olvidado / Parte I: Babarian
“Esto no me gusta…”
La nave de Turles, de ingeniería ikondana, se aleja de un asteroide cerca del planeta Wagashi.
Los gemelos beenz, llamados Rasin y Lakasei, pilotan el vehículo aeroespacial.
Detrás de la cabina, Turles se encuentra tumbado en una hamaca intentando dormir. A su lado, Daiz usa el reflejo metálico de una de las paredes de la nave para repasar el lateral afeitado de su cabeza con una navaja.
En la bodega, Cacao se encuentra en un pequeño taller improvisado haciendo unos retoques a su armadura de alta tecnología.
Zauyogi barre el suelo de la bodega.
Cerca de allí, una celda se encuentra cerrada.
En su interior, Almond propina un puñetazo a un agente de la Patrulla Galáctica que está esposado con las manos en la espalda y arrodillado. El patrullero, un guerrero con aspecto de rana humanoide, cae al suelo. Su rostro está deformado por la paliza que ha recibido.
- “Agente Furog…” – dice el hombre de Turles, amenazante. – “Solo tiene que decirnos lo que queremos saber…”
Almond patea el estómago del agente.
Tras unos minutos más de tortura, el soldado sube a la cabina para informar a sus compañeros.
- “Babarian” – sonríe Almond.
Turles reafirma la orden y la nave pone rumbo al peligroso planeta.
El saiyajínn aprieta un botón de su scouter y comunica los avances a Tagoma.
- “Nos dirigimos a Babarian.” – dice el saiyajín. – “Parece que podría haber una nueva pisa allí.”
- “Recibido.” – responde Tagoma. – “Informaré al señor Cooler.”
Tras varias horas de viaje, Turles y su pelotón han aterrizado en el planeta Babarian.
El planeta tiene una densidad de población muy baja. Sus habitantes son bárbaros con forma de dinosaurio antropomorfo y están divididos en pequeñas tribus rivales unas de otras. Hay poco alimento, así que son caníbales.
El saiyajín, acompañado por Almond, Cacao y Daiz, se dirige a una aldea cercana que detectan gracias a sus scouter. Rasin, Lakasei y Zauyogi se han quedado en la nave para protegerla y custodiar al prisionero.
Los gemelos han subido encima de la nave y observan a sus compañeros alejarse en el horizonte, mientras Zauyogi se encuentra en el camarote, haciendo las camas de sus compañeros.
En unos minutos, los soldados aterrizan en el centro de la aldea, llamando la atención de los babarios presentes.
- “¡GRAAAAAAH!” – ruge uno, de forma amenazante, mientras alza un gran garrote.
Un grupo de aldeanos rodea a los forasteros.
Turles sonríe
- “Creo que no sacaremos nada interrogándoles.” – dice el saiyajín. – “No parecen muy listos.”
- “Recibido.” – responde Almond. – “Son tuyos, Cacao” – añade.
Cacao asiente y se eleva sobre la aldea. Varios compartimentos de su avanzada armadura se abren, revelando unos orificios desde los que nacen varias docenas de misiles que llueven sobre los aldeanos.
Tras un instante, una nube de humo rodea al grupo de soldados de Cooler.
De repente, un babario sale de la polvareda y se prepara para propinar un mazazo a Turles pero, antes de que pueda hacerlo, el saiyajín alza su mano y proyecta un ataque de ki que desintegra el bárbaro.
Cacao aterriza junto a Almond y Daiz.
- “¡Te habías dejado uno!” – le recrimina Almond.
- “No pasa nada.” – dice Turles. – “Centrémonos en buscar la semilla.”
En la nave, Zauyogi ahora barre de nuevo la bodega, cuando escucha a Furog lamentarse.
- “Pagaréis… Pagaréis por esto…” – dice el patrullero.
Zauyogi lo ignora y sigue con su tarea.
Turles y sus hombres no han encontrado nada en la aldea.
- “Vamos a la siguiente.” – dice Almond.
- “Esto no me gusta…” – murmura Daiz.
- “¿Qué te ocurre?” – pregunta Turles.
- “Esta gente es incapaz de ocultar nada.” – responde el príncipe de Kabocha. – “¿Quién les confiará algo tan importante como la semilla del Árbol Sagrado?”
- “Puede que no debamos buscar aldeas…” – reflexiona Turles.
- “No me fío…” – insiste Daiz.
- “El patrullero dijo que la semilla estaba aquí.” – dice Almond, que se pone a la defensiva. – “Le di tal paliza que no se atrevería a mentir.”
De repente, Turles siente una extraña sensación.
- “Algo va mal.” – dice el saiyajín, que clava su mirada en el horizonte.
- “¿Qué ocurre?” – pregunta Daiz.
- “Alguien se acerca.” – dice Turles.
Diaz activa su scouter.
- “Mi scouter no detecta nada…” – dice Daiz.
- “El mío tampoco.” – añade Almond.
El saiyajín sigue con su mirada fija en el horizonte.
En la nave, Furog sigue lamentándose.
- “Es vuestro fin…” – dice el malherido agente.
- “Estamos lejos de la jurisdicción de la Patrulla Galáctica” – dice Zauyogi, harto de escuchar al prisionero. – “No van a venir a por ti.”
- “No son ellos los que pagaron por la información que poseo…” – sonríe Furog.
- “¿Qué?” – se sorprende el hombre de Turles.
Mientras tanto, cerca del lugar en el que han aterrizado los hombres de Cooler, una nave imegga sobrevuela la zona a una distancia prudencial.
- “Ya hemos llegado, señor Ledgic” – dice el piloto.