Cold Chronicles / Parte IV: La derrota de Bibidí
“Nos veremos las caras de nuevo, Kaioshin.”
Bibidí y Majin Bu, ahora convertido en un personaje horondo y con cara de bobalicón, continúan su conquista por el espacio, tras derrotar al Dai Kaioshin y al Kaioshin del Sur. Sus muertes, unidas a las de los Kaioshin del Norte y del Oeste, dejan el Universo en bandeja de plata al brujo y su monstruo.
El Kaioshin del Este, gracias a su ayudante Kibito, ha logrado sobrevivir. Juntos se han refugiado en un lejano planeta, intentando pasar desapercibidos, esperando una oportunidad para poder enfrentarse al monstruo.
Mientras tanto, los Kaio son quienes observan al brujo, esperando que cometa algún error. Todos ven como Majin Bu cada día es más rebelde, y ya desafía con asiduidad las órdenes de su amo.
Un día, en un planeta en ruinas, Majin Bu ha convertido a toda la población en repostería y se ha sentado para comérselos tranquilamente.
- “¡¿Qué demonios haces?!” – le riñe Bibidí. – “¡No es momento para ponerte a comer! ¡Tenemos otro planeta que conquistar!”
Bu no responde.
- “¡No me ignores!” – grita furioso Bibidí.
- “Tengo hambre” – responde Bu.
- “¿Osas contrariar mis órdenes?” – dice el brujo.
- “No me gustas” – responde el monstruo.
Bibidí pierde la paciencia.
- “Si no me obedeces, ¡te encerraré!” – le amenaza el mago.
Majin Bu sigue ignorando a su amo.
- “Maldita sea…” – refunfuña el brujo. – “¿Cree que es un farol? Si quiero que me respete, no me queda otra opción…”
Bibidí alza sus manos.
- “¡¡¡PAPARAPÁ!!!” – conjura el brujo.
Una extraña humareda marrón rodea a Majin Bu como un torbellino, que en un instante se solidifica y se convierte en un extraño cascarón, encerrando al monstruo.
- “Así aprenderá” – suspira Bibidí. – “Unas horas encerrado le servirán de lección.”
De repente, el brujo siente como alguien aparece detrás de él. Bibidí intenta darse la vuelta, pero antes de poder hacerlo, una mano atraviesa su cuerpo. Es el Kaioshin del Este.
- “Hemos estado vigilándote, Bibidí” – le dice Shin.
Frente a él, aparece Kibito.
- “Se acabaron tus vilezas.” – dice el ayudante del Kaioshin.
El brujo no sale de su asombro. Ha bajado la guardia y le ha costado todo cuanto ha logrado.
- “No…” – titubea Bibidí. – “Malditos Kaioshin…”
Shin extrae su mano del brujo, que cae al suelo.
Kibito se acerca a la esfera de Bu para examinarla.
- “¿Qué hacemos con esto?” – pregunta Kibito. – “¿Podemos destruirlo?”
De repente, el brujo alza su mano y pone todas las fuerzas que le quedan en un último conjuro.
- “¡PAPARAPÁ!” – grita Bibidí, haciendo desaparecer el cascarón de Bu.
- “¡MALDITO!” – exclama Shin.
El Kaioshin agarra al brujo por la solaba.
- “¡¿Qué has hecho?!” – le pregunta el Dios. – “¡¿A dónde lo has enviado?!”
Bibidí sonríe.
- “Nos veremos las caras de nuevo, Kaioshin.” – dice el brujo antes de que su cuerpo se convierta en humo y se escurra entre las manos de Shin.
Mientras tanto, en la Academia Kaioshin del planeta Ira-aru, el Maestro Toshisei y un joven Zamas, entra en la sala del Altar del Tiempo, donde se custodia el Anillo Toki.
Uno de los sabios de la Academia se encuentra contemplando el artefacto.
- “¿Qué haces aquí, Gowas?” – le pregunta Toshisei.
- “Majin Bu ha causado muchos estragos.” – responde el anciano. – “Incluso el Dai Kaioshin ha perecido.”
- “Ahora todo depende de el Kaioshin del Este.” – dice el Maestro. – “Debemos esperar sus órdenes.”
Zamas escucha con atención, mientras Gowas sigue ensimismado, mirando en el anillo.
- “Podríamos arreglarlo…” – dice el sabio.
- “Eso no está permitido.” – responde Toshisei. – “Y lo sabes.”
- “Lo sé, maestro” – responde Gowas.
- “Tenemos mucho trabajo por delante.” – dice Toshisei. – “Debemos preparar a la próxima generación de Kaioshin.”
Toshisei se da la vuelta.
- “Zamas, acompaña a Gowas a sus aposentos.” – dice el sabio maestro. – “Creo que necesita descansar.”
- “Sí, maestro.” – responde Zamas, haciendo una reverencia.
El maestro abandona la sala, dejando a Zamas y Gowas junto al altar.
- “Le acompaño a su habitación, señor” – insiste Zamas.
Gowas parece ignorarle.
- “Hemos dado demasiada libertad a los mortales…” – murmura Gowas. – “Es increíble. Uno de ellos incluso se ha atrevido a retarnos, ¡y casi consigue aniquilarnos!”
- “Nuestro deber no es gobernar, señor” – dice Zamas. – “Nosotros mantenemos el equilibrio y protegemos la vida…”
- “Ese brujo ha destruido centenares de planetas.” – responde Gowas. – “Crees que lo habría logrado si el Universo estuviera bajo un control más estricto? Podríamos lograr la paz si quisiéramos, pero no nos atrevemos a actuar.”
- “Señor Gowas…” – dice Zamas, que es sorprendido por un discurso muy alejado del consenso de la Academia.
Gowas suspira y esboza una sonrisa cansada.
- “Lo siento, Zamas” – dice el anciano. – “Son solo quejas de un viejo cascarrabias.”
Zamas se relaja.
- “¿Te importa traerme un té?” – dice Gowas.
- “Por supuesto, señor” – responde Zamas.
El joven pupilo se dispone a cumplir el deseo del anciano, pero al darse la vuelta, una tormenta eléctrica se genera a su alrededor. Gowas se ha puesto el anillo y se desvanece en un instante.
- “¡SEÑOR GOWAS!” – grita Zamas.
La habitación se queda en silencio. Zamas corre por los pasillos de la Academia buscando al Maestro Toshisei.
- “¡MAESTRO! ¡MAESTRO!” – grita el joven aprendiz.
Tras escuchar a Zamas, Toshisei reune a un grupo de guardianes y se dirige al altar, donde encuentran a Gowas de regreso.
- “¿Qué has hecho?” – le pregunta Toshisei.
- “Solo tenía energía para permanecer allí unos segundos.” – responde Gowas.
- “Has alterado el curso natural del tiempo…” – dice Toshisei.
- “He salvado el Universo” – responde Gowas. – “Nos he dado una oportunidad.”
Toshisei parece decepcionado.
- “Siento que pienses de esa forma, viejo amigo” – responde el Maestro. – “¡Lleváoslo!” – ordena a los guardias.
Los guardias arrestan a Gowas, que no muestra resistencia. Parece satisfecho con lo que ha hecho.
Zamas contempla la escena. Un germen de duda ha nacido en el joven aprendiz.
La paz ha vuelto al Universo. Los siglos transcurren con relativa normalidad. Shin y Kibito ponen todos sus esfuerzos en localizar a Majin Bu, sin éxito.
Mientras tanto, en un remoto planeta en penumbra, un hombre alto, de tez verde y ojo rojos aparece en la cueva de Cold. El personaje viste ropajes blancos, camiseta azul, botas marrones, cinturón de cuero oscuro con un sello dorado en el centro con un árbol gravado, y un gorro alargado a juego con el cinturón, envuelto en un turbando blanco.
El misterioso ser se adentra en la gruta hasta llegar al altar en el que Cold encontró la caja de música.
De repente, por detrás aparece una gigantesca criatura de cráneo alargado y repleta de cuernos y pinchos por todo su exoesqueleto.
- “¿Quién eres?” – pregunta la criatura.
- “He venido a hablar contigo, Cold” – sonríe el ser verde.
- “¿Cómo sabes mi nombre?” – pregunta el demonio del frío.
- “Mi maestro sabe muchas cosas.” – responde el visitante, buscando entre su túnica.
El personaje saca una caja de música idéntica a la que encontró Cold en esa misma cueva.
- “Vengo a ofrecerte respuestas” – dice el personaje.
- “¿Quién eres?” – pregunta Cold.
- “Me llamo Paikhuan” – responde el visitante. – “El maestro Sidra quiere verte.”