OMG // Capítulo 7: Camino
Son Gohan es avasallado por 17 y 18, que golpean al saiyajín como si disputaran un partido de tenis.
El mestizo casi ha perdido la consciencia, su visión es borrosa y difícilmente puede abrir un ojo. Su cuerpo magullado y ensangrentado ya no ofrece resistencia ante los golpes propinados por los androides.
Como salida de la nada, una luz cálida y azul brilla a lo lejos.
- “¿Papá?” – murmura Gohan.
Un Kamehameha golpea de lleno a los androides y causa una gran explosión.
Roshi, vistiendo con su Gi negro, aparece frente a Gohan y comprueba su pulso carotídeo.
- “Aún está vivo...” – murmura Roshi. – “Creo que hemos llegado a tiempo”.
Lunch, con su melena rubia, corre hacia Gohan y activa una cápsula con la que se genera una motocicleta.
- “¡Llévatelo de aquí!” – dice el Duende Tortuga.
Mientras tanto, otro anciano con un Gi verde y amarillo desciende lentamente a su lado.
Lunch carga a Gohan sobre su moto y tras dar la vuelta con un fuerte derrape, se aleja a toda velocidad sin mirar atrás.
El anciano Mutenroshi se quita la parte superior de su Gi y la lanza a un lado mientras los androides salen de entre la polvareda, caminando hacia él con su típica calma inquietante.
- "¿Preparado?" - le dice Roshi a su acompañante.
- "Nunca pensé que moriría a tu lado, viejo amigo" - responde el Duende Grulla, preparándose para lanzar el Kiko-ho.
- “Krilín, Yamcha, Ten Shin Han, Chaoz... Son Goku” – murmura Mutenroshi, mientras una lágrima resbala por su rostro. – “Sentimos no haberos podido preparar para algo así”.
Roshi aumenta su musculatura al máximo y se dispone a realizar su mejor Kamehameha.
- “¡Venid a por nosotros, criaturas del diablo! ¡Aún quedan guerreros con vida en la Tierra!” – grita Roshi.
De repente, una pedrada de Videl en la cabeza de Gohan le saca de su trance y casi le hace caer del árbol.
El Sol ha salido y Videl y su teniente ya están listos para partir, cada uno cargando una mochila llena de suministros y un rifle de asalto.
- “¡Nos vamos!” – le grita Videl.
Son Gohan se apea tranquilamente y se acerca a ellos ofreciéndoles la mano.
- “Suerte” – dice Gohan.
Videl le desprecia el gesto y se da la vuelta.
- “Es tarde” – dice mientras se aleja. – “¡Vámonos, Shapner!”
- “Sí, Sargento” – responde el teniente, que la sigue.
Son Gohan observa en silencio a ambos soldados marcharse.
- “Idiotas” – piensa Gohan, molesto, mientras regresa a su cueva.
Videl y Shapner emprenden su camino hacia Orange City, descendiendo el Monte Frypan hacia el Este.
El teniente sigue desconfiando del extraño vagabundo.
- “No sabemos si ese Gohan está de nuestro lado. Podría ser un enemigo.” – dice Shapner.
- “Nos salvó de esa cosa” – responde la Sargento.
- “Pero esa criatura le reconoció” – insiste el teniente.
- “Estoy segura de que luchó contra los androides” – le replica Videl. – “Mi padre siempre habla de unos guerreros que se enfrentaron a esas cosas cuando aparecieron en la Isla del Sur. ¡Puede que fuese uno de ellos!”
- “¡De eso ya hace mucho tiempo, Videl!” – le responde Shapner, harto del tono fantasioso de la Sargento. – “¡Asúmelo! ¡Estamos solos en esto!”.
Videl se detiene y fija su mirada desafiante en el teniente.
- “¡Soy tu sargento! ¡No vuelvas a hablarme en ese tono!” – le responde de forma asertiva.
Shapner no se queda atrás y le responde de la misma manera.
- “¡Ya no hay pelotón! ¿Es que no lo ves?” – insiste el teniente. – “¡Se acabó! Los androides ya eran demasiado, ¿pero ahora también tenemos que preocuparnos por esa cosa?”
- “¡Nos ocuparemos de lo que haga falta!” – responde Videl. – “¡Dos androides, tres o veintitrés! ¡Somos la única esperanza de la humanidad!”
Una voz interrumpe a la pareja de soldados.
- “Hablas como mi padre” – dice la voz del vagabundo.
Videl y Shapner se dan la vuelta y ven a Son Gohan, vestido con su Gi naranja cubierto por una capa marrón a modo de túnica.
- “¡Son Gohan!” – exclama Videl sorprendida.
Shapner mira a la Sargento con desconfianza al detectar alegría en su tono.
- “Os acompañaré hasta Orange City. Esa cosa puede seguir ahí fuera y ya tengo suficiente desgracia a mis espaldas.” – dice Gohan mientras pasa entre los soldados y sigue hacia delante.
Videl se apresura a seguirle y Shapner hace lo mismo, pero con clara desgana.
Caminan durante días casi en silencio, descansando por la noche, cuando encuentra un lugar apropiado.
La tensión entre Shapner y Videl va en aumento, pues sus posturas están cada vez más distanciadas. Shapner desconfía del vagabundo y teme que sea un enemigo, en cambio Videl ve en él una pequeña chispa de esperanza.
Tras varios días intentando mantener una conversación con Gohan más allá de unas escasas palabras, Videl se atreve a preguntarle directamente sobre su pasado.
- “He oído historias de unos guerreros que se enfrentaron a los androides.” – le dice Videl.
Gohan no responde.
- “Dicen que se movían como ellos; que eran capaces de volar y hacer cosas extraordinarias. Aunque mi padre cree que eran trucos.” – insiste la Sargento.
Gohan sigue caminando, indiferente a las palabras de Videl.
- “Lo que Shapner me ha contado de tu enfrentamiento con esa cosa me ha recordado a esas leyendas. A las historias del Guerrero Dorado.” – insiste.
- “¿El Guerrero Dorado?” – pregunta Gohan.
- “Sí. El guerrero que se enfrentó a los androides en múltiples ocasiones, acudiendo al auxilio de las ciudades que estaban siendo atacadas. Dicen que su cuerpo emitía una brillante y cálida luz dorada” – explica Videl. – “Eras tú, ¿verdad?”
Son Gohan se siente afligido ante la admiración y esperanza que denotan las palabras de Videl.
- “¿Conocías a alguno de esos guerreros?” – le pregunta la Sargento, intentando obtener alguna respuesta del vagabundo.
Shapner pasa entre Gohan y Videl, apartándoles con malos modales para ponerse a la cabeza mientras desprecia tales historias.
- “No son más que cuentos para niños” – dice el teniente.
Son Gohan mira a Shapner algo molesto.
- “Discúlpale” – dice Videl. – “Su familia vivía en una pequeña isla del archipiélago Sur. Fue uno de los primeros lugares que atacaron los androides. Sólo él sobrevivió.”
Gohan y los soldados han dejado atrás los bosques que rodean el Monte Frypan y se adentran en un árido desierto en el que no parece haber ningún rastro de vida.
Unas enormes rocas de forma tubular son la única sombra que encuentran de vez en cuando para protegerse de un implacable Sol castigador.
- “Se nos ha acabado el agua” – dice Shapner. – “No sobreviviremos mucho tiempo si no encontramos algo para beber.”
Son Gohan se siente impotente ante esa situación, pues sabe que si intenta volar y buscar un lugar cercano con agua, podría alertar a la criatura.
De repente, a lo lejos, Son Gohan visualiza dos siluetas que le dejan petrificado.
- “No puede ser...” – murmura Gohan.
Videl se percata de la reacción de Gohan y busca en el horizonte lo que ha visto, confirmando las peores sospechas del mestizo.
- “¡Esos son...!” – exclama Videl aterrorizada.
- “¡Los androides!” – confirma Shapner mientras da un paso atrás.